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La empresa española, de comprar a ser comprada

Editorial ABC

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El sigilo con que la operadora saudí STC Telecom ha desembarcado en la propiedad de Telefónica ha sorprendido a todo el mundo. El Gobierno ha admitido que sólo fue informado a última hora y la cúpula de la compañía tampoco sabía nada puesto que su presidente, José María Álvarez-Pallete, que se encontraba en California, ha tenido que cruzar medio planeta para ir a entrevistarse con el que puede acabar siendo su nuevo accionista mayoritario. De momento, STC ha tomado un 4,9 por ciento de la compañía y afirma tener instrumentos suficientes para sumar un 5 por ciento más, lo que totalizaría un 9,9 por ciento y la convertiría de lejos en el accionista principal. Los saudíes necesitan autorización del Ministerio de Defensa para superar el 5 por ciento ya que Telefónica es una empresa considerada estratégica por España.

STC afirma que se trata de una operación amistosa y ha trascendido que estarían dispuestos a no solicitar puestos en el consejo de administración lo que la convertiría en una mera inversión financiera que no necesita autorización gubernamental. Sin embargo, detrás de la compañía está el fondo soberano saudí que posee un 64 por ciento de la operadora y eso reabre siempre la discusión de si acaso España privatizó sus grandes empresas estatales para que las compraran otros Estados como ya ocurrió con Endesa cuando fue adquirida por la italiana Enel. Sin duda que la operación abrirá un debate social con muchas aristas empezando por la españolidad de la compañía, la necesidad de crear núcleos duros para mantener el control de las mismas, como defienden ciertos banqueros españoles; el papel de los directivos que a veces usan la 'acción de oro' de los gobiernos para sus propios objetivos o la legitimidad de los capitales que obedecen a los intereses de gobiernos no democráticos.

Todo esto acabará poniendo en evidencia que no estamos preparados para asumir que grandes compañías que nacieron en España ya no son 'nuestras', que ahora son de los maestros californianos, los pensionistas australianos o los funcionarios canadienses. Ni las propias empresas están preparadas para transmitir correctamente esta realidad. Sin embargo, hay una cuestión que no se puede eludir y es que el ecosistema empresarial español ha cambiado radicalmente en los últimos años y se nota en que nuestras compañías han pasado de comprar a ser compradas, de integrar a ser desintegradas. De la prodigiosa década de 1990 en que la 'Armada española' dominaba las aguas empresariales, con Telefónica, Endesa, Sacyr, ACS y los grandes bancos desembarcando por toda Iberoamérica y el mundo, hemos pasado a ser los objetivos de los grandes fondos soberanos y de inversión. Y ni hablar del caso Ferrovial o del reciente del Barça Media, donde las compañías se ven obligadas a buscar en otros países un entorno mejor preparado para captar capitales en mercados más desarrollados y dinámicos que los nuestros.

Para STC, la ocasión es inmejorable. Por apenas 2.100 millones de euros se hará con el control de una compañía que tiene un valor estratégico indiscutible por mucho que esté pasando por una coyuntura crítica y que llegará, en 2024, a celebrar su centenario en transición entre seguir siendo un proveedor de cable o convertirse en una moderna tecnológica. Este episodio es muy revelador del momento empresarial español, que no parece ser el mejor. Si tuviéramos cien empresas empujando por hacerse grandes –cosa que nuestra regulación no facilita– poco nos importaría quién adquiere una de ellas.

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