TIEMPO RECOBRADO
Colócanos a todos
Cualquiera que haya trabajado en el entorno de Sánchez, tiene un puesto asegurado, sea en el Hipódromo o en una embajada, como a Iceta
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España ha dejado hace mucho tiempo de ser una democracia parlamentaria para convertirse en un régimen presidencialista. Esa deriva comenzó en los tiempos de Felipe González y se fue acentuando. La principal característica de este fenómeno es la creación de un poder fuerte en el ... Ejecutivo y de una sumisión del Parlamento a los designios del líder. La vieja teoría de la separación de poderes no funciona en un sistema en el que todo lo decide una persona.
Esto lo pudimos constatar con los nombramientos de ayer. Sánchez ha designado a un tecnócrata sin peso político al frente de Economía, mientras que María Jesús Montero es promovida al cargo de vicepresidenta primera. Lo llamativo es que, por primera vez desde la Transición, la número dos del Gobierno y del partido es la misma persona, a la vez que la portavoz del Ejecutivo y de Ferraz, la ministra Pilar Alegría, concentra ambas funciones.
Este solapamiento no es casual. Lo que indica es que el Gobierno y el partido funden sus intereses y pasan a operar con la misma estrategia y bajo el mismo mando en la lógica del más puro presidencialismo. Se trata de un movimiento calculado no ya sólo por razones prácticas sino además para demostrar que el poder reside en quien hace y deshace sin rendir cuentas a unos súbditos que se pliegan a sus decisiones. A eso lo llamaba Etienne de La Boétie servidumbre voluntaria.
Estamos ante una cultura política y una forma de proceder habitual y no ante hechos excepcionales. Hace pocos días, Sánchez destituyó al presidente de Correos para poner al frente a Pedro Saura, responsable de Paradores y antiguo alto cargo. En su lugar, designó a Raquel Sánchez, ex de Transportes.
No hay ningún presidente que haya colocado a tantos amigos y colaboradores en la Administración, el sector público e incluso en el sector privado. Me refiero a los consejos de las eléctricas, convertidos en lucrativo refugio de exministros. Lo más llamativo es que Sánchez, antes de llegar al poder, fue el político que denunció con mayor contundencia y convicción las puertas giratorias de las que ahora es un entusiasta. En esto también ha cambiado de opinión.
Los principios de mérito y capacidad han dejado de existir en los nombramientos de los altos cargos, que sólo son seleccionados por su sumisión a los intereses del líder y de la organización. Los resultados y la eficiencia ya no importan. Lo que se mide es la fidelidad, que es la máxima cualidad para ser cooptado. Cualquiera que haya trabajado en el entorno de Sánchez, tiene un puesto asegurado, sea en el Hipódromo de Madrid o en una embajada como la que le ha tocado a Iceta.
Esto se ha convertido en algo tan habitual que ya no suscita escándalo. «¡Colócanos a todos!», le decían a Natalio Rivas, un cacique de la Restauración. Sánchez les ha colocado.
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