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SIEMPRE AMANECE

…ni qué rearme

Si Sánchez comenzara a decir la verdad, dejarían de votarle

El último que apague la luz

Primavera, de pronto

Chapu Apaolaza

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Hasta ahora, Sánchez tenía que mentir a un solo grupo al mismo tiempo y generalmente correspondía con sus votantes. Buena parte de estos llegaron a encontrarle un placer flagelante al hecho de ser engañados y lo asumían en una reverencia penitencial, deseable secretamente en una ... manera que no logro entender, un poco como la gente que va al gimnasio a completar ejercicios por los que terminan vomitando y, al día siguiente, vuelven. «Al final, lo necesitas», te justifican, como el votante del PSOE que se ha acostumbrado tanto a sus trolas que no sería capaz de entender el mundo sin ellas. Concibe el universo en referencia a sus mentiras, tan esperables, tan explicables y concebidas en una perversión tan manifiesta que se han erigido en verdades inversas. Sus votantes saben que se van a quedar con ellos y su decepción ya no es tal. Como el perro apaleado que recibe la patada de su dueño y regresa a por otra porque al menos así recibe algo suyo y si su dueño lo va a acariciar, huye. Si el sanchista, ese votante canino, encontrara en Sánchez una confesión sobre algún asunto que lo perjudicara, lo que fuera que asumiéndolo lo hiciera parecer más torpe, más débil, más feo incluso, pero pusiera por encima el honor y sinceridad, se sentiría decepcionado. Si Sánchez comenzara a decir la verdad, dejarían de votarle.

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