siempre amanece
La dieta y el fiscal general
El ayuno intermitente es de los pocos asuntos que podemos tratar con un desconocido sin apuntarnos con una pistola
El 'number one'
Dile a Bárbara que no llame más
Es inútil decir más sobre la imputación y el escándalo que supone la negativa a dimitir del fiscal general del Estado, así que vengo a hablar de mi dieta, que es la conversación de moda en mi Españita. Antes, en los ascensores hablábamos del tiempo. ... Aún nos sentíamos lejanamente pegados a la naturaleza y era importante si hacía frío, pues sentíamos latir el paso de las estaciones en un reloj interior, antiguo. Porque vivíamos en la tierra y ahora vivimos en el 'timeline' y la hora nos la da el iPhone. La gente ya no habla en los ascensores, sino que se clava en la pantallita a leer zascas sobre lo de Óscar Puente y ver el vídeo de una pelea en la cola de un supermercado de Alabama.
El ayuno intermitente es de los pocos asuntos que podemos tratar con un desconocido sin apuntarnos con una pistola. En las sociedades gastronómicas de San Sebastián estaba prohibido hablar de fútbol y de política, y lo cierto es que no recuerdo de lo que hablábamos. Ahora se habla mucho de las dietas, de si conviene la proteína por la mañana o la fruta es pecado antes de acostarse. El asunto de la nutrición secuestra a la gente que se interesa por ella, de manera que a tu amigo filósofo le preguntas por Schopenhauer y te responde que lo más indicado a media tarde es comerse 80 gramos de atún.
Lo mejor que se ha escrito sobre la dieta lo cantó la chirigota de los Gordos el año en que justamente iban de gordos con un estribillo que era un balazo: «Como como como como, estoy como estoy», decía. Yo me he quitado muchos kilos porque tenía más kilos que uno de Cuadri y ahora me pregunta la gente por mi nueva línea. Tengo dos doctoras: una se llama Almudena y la otra, Carmen, y les tengo un aprecio familiar, no como los 'cowboys' Luis Herrero y Luis Alberto de Cuenca, que compartían nutricionista y la apodaron la doctora Mengele.
Manolo, que tenía una gasolinera en Jerez y una neverita en la guantera del Ford Ka para meter media de manzanilla y dos catavinos, se operó de la próstata y cuando le dieron el alta y el doctor le recomendó que hiciera vida normal su mujer Yeyes se levantó enfadadísima y le respondió al oncólogo: «Doctor, usted no sabe lo que es una vida normal para este hombre». Mis peores excesos se los atribuí al consejo de mi doctora. A ojos de los demás, ella me recomendaba comerme dos platos de berza, desayunar dos veces, merendar polvorones de lomo en manteca de la carnicería de Paco Melero de Vejer de la Frontera y beber cervezas sin tapa.
La doctora Serrano podría haber llamado a las televisiones a rectificar mis dislates, a decir que yo comía y bebía así no por su consejo, sino empujado por mi natural vicioso y mi falta de sentido de la medida, y que en realidad tengo los triglicéridos en 550. Estaría diciendo la verdad y desmintiendo un bulo, y a la vez cometiendo un delito, igual que el que se le imputa al fiscal general de Estado.
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