el retranqueo
El centrista improvisado
El 28M Sánchez supo el precio de representar una cosa y su contraria
La cerveza caliente del sanchismo (7/6/23)
Votar con bilis (30/5/23)
Era una de las alternativas tras la mayor pérdida de poder autonómico y municipal vivida por el PSOE. Había ocurrido otras veces y el Sánchez más radical, el más extremo confesor de Esquerra, el más solícito blanqueador de Bildu, podía ser capaz de mutar, ... reciclarse, envolverse en la bandera de España y convertirse improvisadamente en todo un socialdemócrata moderado y constructivo. Lo que viene siendo un centrista embadurnado de progresismo prudente porque el PSOE –siempre defendió eso– es el partido que más se parece a España. Ante unas elecciones generales se ensancha el campo porque sigue habiendo tres millones de ciudadanos de voto diletante, tolerante y no ideológico que dan y quitan escaños en función de factores sensoriales que a menudo no se vinculan a la lógica política, sino a la novedad, la sorpresa, la inercia, la atracción o la ilusión.
En Navidad Sánchez quería poner fin a su etapa más extrema. Había derogado la sedición, modificaba la malversación, presumía de sus leyes sin siquiera sospechar que terminaría excarcelando a violadores… Y cumplía con Bildu culminando el goteo de acercamientos de etarras. Lo rocoso de la legislatura, lo desagradable, lo que alertaba y costaba comprender a muchas federaciones socialistas, concluía. En cambio, enero iba a ser el mes de la transmutación sanchista, el mes de la recuperación sin recesión, el del manguerazo definitivo con fondos europeos, el mes del pensionista al 8,5 por ciento..., la eclosión del mejor sanchismo. Muchos pronosticaron que con su capacidad camaleónica fingiría un giro centrista, más sociable, menos agresivo, menos cautivo del separatismo, menos podemita. Que regresaría a la escena más razonable del socialismo en busca de ese votante que rumiaba con indignación tanta cesión a partidos hostiles de España. Y llegó el 28M. Y con él, el despertar de una mala resaca y el remordimiento de tanto socialista por no haberle plantado cara antes.
Estaban equivocados. La nueva apuesta discursiva de Sánchez es ambivalente. Lo mismo le sirve la careta de un podemita más, que modular el mensaje para recuperar zonas templadas. Un día emula al Podemos más rencoroso y antisistema hurtándole el guion, y al siguiente encumbra a Nadia Calviño como iconografía amable de la moderación, con su retahíla de rigor económico, eficacia europea, y olor a brotes verdes. Lo mismo sostiene que «la economía va como una moto», que provoca miedo afirmando que con un gobierno del PP no habrá fondos europeos. Lo mismo desenfunda a Calviño para ridiculizar a Irene Montero, que desempolva a Zapatero para que la beatifique. Una cosa y su contraria. Lo mismo busca el voto de la extrema izquierda defraudada con Galapagar que el del puñadito de votantes de Ciudadanos aún huérfanos, sin reparar en que sin credibilidad la dualidad de su relato ya no suma. Lo mismo se arroga 'su' España feminista, que margina al feminismo joven brindando escaños de supervivencia a leales pata negra o premia a su lista cruel de purgados. El 28M Sánchez supo el precio de representar una cosa y su contraria, y que emitir mensajes tan confusos sólo refleja la insoportable levedad de su inconsecuencia. Siendo sinceros, nadie sabe qué piensa Sánchez.
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