el burladero

No sé si les suena la música de Francia

Ninguno le quiere socorrer ante la toma de medidas muy impopulares

El Aldamazo

Respirar bajo el agua sucia

Cojeo desde pequeño de forma ostensible hacia la francofilia. Y eso se explica por varias circunstancias: haberme criado cerca de la frontera, haber estudiado lengua y literatura francesas en el bachillerato, haberle hablado a una muchacha francesa en la adolescencia y haber tenido porteros franceses ... en casa, o más exactamente porteros españoles que se criaron en Francia desde pequeños y exhibían un acento francés cuando hablaban español que resultaba elegantísimo. Me gusta la música francesa, también el cine francés y me emociona La Marsellesa. Solo detesto la mantequilla, pero por esa cuestión menor no voy a dejar de admirarles. Todo ello, vengo a decir, no me impide constatar que Francia vive una indisimulable decadencia que algunos califican de sonámbula, lo cual lamento profundamente. Es el 'déclinisme', la sorda tendencia grupal a vivir del recuerdo, de lo que Francia fue y, ciertamente, ya no es. Houellebecq asegura que Francia no decae más que otros países, pero sí tiene más conciencia de su propio declive; lo cierto es que ha dejado de ser el país rico del norte que era para ser un país mediterráneo más, lleno de ciudadanos cabreados, pesimistas y gruñones, además de sufrir por contraste con su vecino del norte de forma generalizada: en Alemania todo es mejor.

La calidad de las clases políticas en Occidente vive una dramática implosión y ello, particularmente en la gran Francia, es mas grave de lo que puede parecer a primera vista: el deterioro de las instituciones, la pérdida de credibilidad de la clase política en Occidente y el ascenso de líderes mesiánicos y autoritarios tiene mucho que ver con la marcha de este proceso general. Francia ha fagocitado sus dos partidos tradicionales, gaullistas y socialistas, para dar gasolina a los extremos: la 'France Insoumise' es una versión igual de radical que nuestra extrema izquierda –si bien tienen estudios y lecturas que les hacen diferentes a los analfabetos de por aquí– y la extrema derecha es una formación algo modernizada pero no por ello menos extrema derecha. El Gobierno de Barnier, un centrista respetable, nació muerto, fruto de una cadena de errores graves de un presidente, Macron, imbuido de cesarismo, narcisismo, arrogancia y alguna cosa más. Le fue imposible borrar la pésima imagen de su anterior Gobierno, el de su amigo Gabriel Attal, un imberbe también arrogante y sin experiencia, que dejó en manos de Barnier la tarea abordar un ajuste de 60.000 euros sin tener mayoría parlamentaria: la izquierda de Mélenchon dijo no y la derecha de Le Pen piensa en las presidenciales. Ninguno le quiere socorrer ante la toma de medidas muy impopulares.

Los movimientos de carácter personalista y demagógicos están dando la puntilla a un Estado cuya pendiente hacia abajo encaró hace tiempo, víctima de la nueva política, lo cual no es exclusivo de ese país, pero sí ha dado la puntilla a una deriva implacable motivada por la ausencia de reformas de fondo que los políticos franceses no han querido afrontar. No sé si les suena la música.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 20€
110€ 20€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios