el burladero
¿Qué le queda a Sánchez por invadir?
Resultaba angelical la suposición de algunos según la cual Sánchez no iba a atreverse a nombrar un ministro para el cargo de gobernador del Banco de España. Bastaba con conocer el proceder previo con otras instituciones del Estado –que ha puesto a su órdenes–, ... colocando en ellas a quienes sirvieran a sus intereses o fueran deudores de su amistad, sea la Fiscalía, el CIS, el INE o el mismo Correos, donde situó a un inútil que lo ha llevado a la ruina. Si había caído todo lo anterior, cómo no iba a hacerlo el regulador: ni consenso con la oposición ni figura de independencia contrastada. Lo que criticó a Zapatero, cuando nombró a aquel gobernador que a punto estuvo de llevarse por delante el sistema bancario, no ha tenido reparos a hacerlo con Escrivá, de quien todos los días oigo alabanzas a su excelencia –que bien la podría haber utilizado para no dejar las pensiones como las ha dejado–, pero del que habremos de colegir que ha sido una excelencia puesta al servicio no del bien, sino de Sánchez. La independencia no sólo debe ser real sino parecerlo. Y no es el caso. ¿Con qué independencia podrá trabajar Escrivá si le debe a Sánchez su paso por un gobierno? ¿Con qué independencia podrá defender informes que censuren políticas de las que ha sido causante o partícipe? ¿Se abstendrá cuando se elaboren informes sobre las pensiones? ¿Qué podrá opinar del concierto fiscal con Cataluña? Sólo planteando estas sencillas preguntas se comprende la aberración que supone sacar a un ministro del despacho y meterlo de cabeza en el edificio de Cibeles. Váyanse preparando los competentísimos funcionarios del Banco de España porque el autócrata no hace prisioneros: me complacería saber qué están pensando aquellos que dedican su talento a elaborar informes en su Servicio de Estudios, que han mostrado independencia de criterio y decidida valentía para incomodar decisiones de esta banda de arrebatacapas del Gobierno de la nación. El BdeE no es un ministerio y Escrivá lo sabe, pero también sabe con quién se la juega y al servicio de quién ha estado. El aliento en la nuca de Moncloa es causa siempre de inquietud y escalofríos: no quieren a un independiente en ningún resorte del Estado, quieren a un Galindo, un servidor, un esclavo, un amigo, un siervo.
Aun así, Escrivá no va a tener más remedio que marcar distancias, meramente aparentes, si no quiere engrosar las listas del descrédito en la que figuran los García Ortiz, Tezanos, Delgado y demás. La colonización sanchista, por demás, no ha acabado: aunque les cueste creerlo aún quedan instituciones por ocupar por las bravas, colocando a fieles entresacados de su agenda de servidores infatigables. Queda la Agencia de Protección de Datos. Queda la Comisión del Mercado y la Competencia. También la Comisión de Transparencia. Y por supuesto la Airef y la Comisión Nacional del Mercado de Valores que renuevan pronto sus cargos y que puede que hasta ahora no hayan sido suficientemente serviles.
Va a dejar esto como un páramo. O como un llano en llamas.
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