el burladero
El Nene en Nueva York
Un millón de euros para que el personaje más pagado de sí mismo se permita el homenaje neoyorquino que no puede celebrar en España
Estupefacción ante la audacia israelí
Un cuento chino
La bromita de la foto fallida con la actriz de Hollywood y el discurso plomizo en la ONU nos ha salido a los españoles por un pico. Son las fiestas de Sánchez pagadas con pólvora del rey a mayor gozo del presidente con el ... ego más desmadrado de la historia de España. Sabido es que a todo jefe de gobierno con problemas de orden interno lo que más puede apetecerle es darse vueltas por el mundo, dárselas de estadista internacional y figurar con líderes mundiales en todas las posturas posibles, hoy en EE.UU., ayer en China, anteayer en Senegal, aunque no diga nada interesante ni sirva para gran cosa.
Sánchez no ha sido el único, eso es cierto, pero sí es quien de forma más descarada ha usado los medios que pagamos todos para su lustre personal. Dos millones y medio de euros ha costado el premio por la Igualdad que le ha librado Naciones Unidas, el gran zoco de las vanidades, otorgado y entregado por quien no estaba previsto, una diplomática jordana que pasaba por allí, en contra de lo que habían anunciado todos los pelotas gubernamentales que aseguraban que la señora Hathaway iba a deshacerse en parabienes con tal de obtener una foto con El Nene. Las voces del presidente han debido de escucharse más allá del río Hudson y sus inmediatos colaboradores no deben haber encontrado agujero donde meterse. Menudo es el prenda para soportar el cachondeíto en la prensa nacional con algo que, estoy seguro, han valorado más sus pelotas que él mismo.
Pero a ello, que no pasa de ser un episodio de banalidades mundanas, hay que añadirle los gastos de una delegación de más de cincuenta personas, cuando el acceso a Naciones Unidas está restringido a un máximo de ocho. Medio centenar de personas, se lo pongo en número. Tres noches de hotel a un mínimo de 1.700 dólares, más los gastos de manutención –los hoteles aprovechan y doblan los precios cuando se convocan asambleas generales, cosas del capitalismo– a lo que hay que añadir la caravana de vehículos que al personaje le gusta lucir. El Gobierno estadounidense pone dos vehículos a disposición de los jefes de Estado o de gobierno que acuden a dar la brasa a la sede de la ONU, pero el resto hasta los ocho que llevaba el prenda –ojo, ocho– hay que pagarlos al módico precio de 200 dólares la hora. Unos dos mil por jornada completa. La delegación de Exteriores, que suelen ser unas veinte personas, van en vuelo regular y suelen estar una semana. A lo dicho se le suma los gastos del avión de la Fuerza Aérea. Usted me dirá: todos los presidentes han viajado a Naciones Unidas a decir vulgaridades y han llevado sus delegaciones, y es cierto, pero no han alcanzado las cotas de personal y gastos que exhibe el rehén de Puigdemont. Más o menos un millón de euros para que el personaje más pagado de sí mismo se permita el homenaje neoyorquino que no puede celebrar en España.
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