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EL BURLADERO

2025, el Año Melgar

La muerte de un amigo, como la de un hermano, es un rayo seco en los terrenos más blandos del sentidero

Resaca del mensaje: la cara del público

Joe Sánchez Rígoli: yo sigo

Carlos Herrera

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En la Nochevieja de 2005, vivida según costumbre con los mismos amigos y disfrazados convenientemente de mamarrachos, recuerdo como Jesús Melgar y un servidor nos lamentábamos de los muchos años que habían de pasar antes de que la rima pudiera permitirnos la chanza con la ... que felicitamos el tránsito del 2004 al 2005 a nuestros queridos Ramonchu García y Ana García Obregón. Toda España brindó con «ahínco» una vez dieron los vivas correspondientes. Fue una bonita empresa colectiva, de las que no prosperan fácilmente en España. Nosotros, tras lo estentóreo de las asonancias, echamos las cuentas y lamentamos que tuvieran que pasar veinte años, veinte, antes de poder conjurar al gran espíritu de la rima: es cierto que el 2013 y el 2008 permiten alguna concordancia, pero nada comparable a un cinco, solo equiparable a cualquier palabra acabada en «olla», «ino», «ajo», «one», «ota» y así, palabras mágicas que proliferan felizmente en el castellano, como también lo hacen apellidos generosos siempre expuestos a los vates cotidianos –alguna estación de Adif– o localidades bendecidas por su coincidencia acústica –Camboya, sin ir más lejos–. Jesús era un maestro en su uso feliz y no distinguía conveniencias o inconveniencias, personas o personajes, situaciones rigurosas o fiestas de guardar: si te preguntaba qué actor protagonizaba 'Rambo' y tú contestabas «Stallone», lo inmediato no se hacía esperar. El caso es que a él era muy difícil darle premios de este tipo porque era extraordinariamente precavido: siendo vecino de Palmones, en el Campo de Gibraltar, siempre pronunciaba «Palmonces», al igual que «Boqueronces» o «Chicharronces». Para evitar el atríncame. En fin, cosa de gamberretes adolescentes dirá usted, y yo le diré que sí, que con la edad que tenemos ya somos mayorcitos para ir haciéndonos el gracioso gilipollas (¿he dicho gilipollas?) y andar esperando a que alguno cante las excelencias del ajo o la cebolla. Pero qué se la va a hacer, ya es tarde para cambiar.

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