ANTIUTOPÍAS
La nueva derecha y la libertad
Mientras la izquierda juzga y recrimina a quien se desvía de sus parámetros morales tirando a moralistas, la nueva derecha abraza el relativismo
Venezuela en la encrucijada
Las miserias de 'lo político'
Hace unos días apareció Mark Zuckerberg en las redes sociales, dónde más, para informarnos de que había decidido sumarse a los tiempos que corren y eliminar de Facebook e Instagram el sistema de verificación de datos. Elon Musk ya lo había hecho en X, ... y la jugada no le había salido mal. Sus críticas a la corrección política –y unos buenos 200 millones en donaciones– le dieron acceso directo a Trump y un puesto en su gabinete. Y como si hubiera previsto que en su nuevo entorno laboral lo acompañaría un ramillete de alucinados, adecuó su red social para que cualquier disparate sin rigor ni el menor respeto por la verdad pudiera difundirse sin cortapisa. Trump puso el listón alto. Designar al Che Guevara como Ministro de Industria –o, ya puestos, a un caballo como cónsul– parecen actos de extrema sensatez comparados con elegir a un corruptor de menores para fiscal general, y a una hare krishna, admiradora de Putin, como jefa de inteligencia nacional.
Zuckerberg se dio cuenta de por dónde iban los tiros y no quiso quedarse atrás. Su excusa fue la defensa de la libertad de expresión, pero no, lo que hizo fue defender su negocio. El nuevo gobierno estadounidense se va a convertir en una fábrica trepidante de afirmaciones absurdas sobre temas de enorme importancia, y ha preferido sumarse al caos que predicar en el desierto antitrumpista. Su improvisada defensa de la libertad de expresión recuerda a la defensa del relativismo cultural de hace un par de décadas. Por aquel entonces la izquierda relativista quiso rebajar la prepotencia occidental legitimando cualquier práctica, desde la ablación del clítoris al uso del velo, en nombre de las particularidades irreducibles de cada cultura. Hoy ya no se pide amparo para las culturas teocráticas o premodernas, sino libertad para desparramar en redes desatinos pseudocientíficos, conspiranoicos, místico nacionalistas y en general chamánicos.
Mientras la izquierda juzga y recrimina, como una monja avinagrada, a quien se desvía de sus parámetros morales tirando a moralistas, la nueva derecha abraza el relativismo, el olvido de la razón que denunciaba Juan José Sebreli, y el desinterés arbitrario por los hechos de la realidad. Todo vale, sólo hay imagen y simulacro y guerra por el relato. La derecha se hizo posmoderna, ya no decolonialista sino antiglobalista, pero igualmente convencida de que el pueblo está siendo contaminado por las impurezas del cosmopolitismo y teledirigido por los organismos multilaterales y magnates como Soros y Bill Gates (Musk no, por supuesto). Ya no pretende conservar nada, ni las instituciones democráticas, ni las tradiciones republicanas o cristianas, mucho menos el orden internacional, sino sembrar el caos y destronar las viejas formas de la política y las fuentes tradicionales de autoridad. Se hizo rebelde y disruptiva, y se apropió del valor de la libertad. Hoy la izquierda regaña y la derecha transgrede, y el mundo es un poco más confuso e impredecible que ayer.