ANTIUTOPÍAS
Las miserias de 'lo político'
Lo politizan todo. Ya no podemos encender la televisión sin ver amigos y enemigos en cualquier programa
De la banalidad cultural a la política
El esperpento ayer y hoy
Una conjura de aires fríos y giros ciclónicos despierta una dana que en un santiamén arrasa pueblos construidos durante décadas, y un deslizamiento de las placas tectónicas convierte el genio arquitectónico de una ciudad en escombro y basura. La vida humana está muy expuesta al ... caos y a la desgracia, lo comprobamos a diario, y por eso Chesterton valoraba tanto el orden. Quien tenga un vecino que cree estar tocando el piano mientras lo azota como un sadomasoquista, también lo entiende: errar es lo obvio, destruir es un instinto primario y vulgar. Lo milagroso es acercarse al orden, crearlo, dar sentido allí donde antes había oscuridad.
Estamos expuestos a muchos malestares y a demasiados padecimientos sociales. La vida en común, con tantos intereses opuestos, tantas escalas de valores disímiles, tantos proyectos de vida en juego y una azarosa repartición de talentos y vicios, es el escenario perfecto para el caos y la confrontación. Lo normal sería el choque y la imposibilidad de coordinar acciones, la lucha de todos contra todos. Pero no, algo hemos hecho bien en el denostado campo de la política para prevenir el caos previsible, y a la postre hemos logrado acoplarnos en ciudades y solucionar, mal que bien, nada es perfecto, nuestros problemas comunes.
Lo extraño es que de un tiempo para acá la política ha sido desplazada por 'lo político'. Y esto, que parece un simple matiz, ha supuesto un revolcón en las formas y fines del discurso público que explican gran parte del malestar contemporáneo. Sólo hasta ayer la política mediaba la convivencia entre gente con valores e ideologías distintas; hoy 'lo político' busca significantes vacíos que aglutinen identidades y demandas diversas. En la política se reconocía el valor del conocimiento técnico para solucionar problemas concretos; a 'lo político' le importa menos la realidad que la hegemonía y por eso busca el control de las instituciones donde se crean valores, relatos y significados. En la política había conflicto y confrontación de ideas entre distintos que se reconocían como legítimos; en 'lo político' hay batalla cultural y enemigos a los que no se les da ni un vaso de agua.
Lo más grave es que al margen de la política se puede vivir, pero de 'lo político' no. Politizan cada parcela de la vida hasta el punto de que ya no podemos encender la televisión sin ver amigos y enemigos en cualquier programa de entretenimiento. Dos teóricos de 'lo político', Laclau y Mouffe, amados por la izquierda y seguidos en la sombra por la derecha, decían que «la presencia del otro me impide ser yo mismo». Quienes les creyeron intentaron convertir la polis, donde cohabitan los diferentes, en un circo romano de donde sólo uno sale vivo. El antagonismo es la conclusión lógica de su premisa, el regreso a las tribus políticas, el olvido de la pluralidad. Algunos dirán que al convertir en enemigo al otro ponemos un pie en el infierno sartreano, pero no. Se trata de otra cosa, del nocivo y ubicuo populismo.
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