ANTIUTOPÍAS
Evo y las niñas
Lo acusan de haber aprovechado su poder para hacerse acompañar de niñas, por lo general indígenas y pobres
La función de la mentira
¿Qué fue del posmodernismo?
Después de un cuarto de siglo siendo la figura política más relevante de Bolivia, Evo Morales se encuentra atrincherado en el Chapare, como una especie de Kurtz andino, adorado por sus seguidores que amenazan con incendiar el país si le tocan un pelo, y ... perseguido por sus enemigos que lo acusan, ni más ni menos, que de estupro y trata de personas. Su suerte cambió en un abrir y cerrar de ojos. Ninguna de las argucias populistas que había usado para retorcer la ley, perpetuarse en el poder y capturar las instituciones del Estado había ensombrecido su imagen. Morales seguía siendo un líder indiscutido en Bolivia, con amplias opciones de volver a ser presidente, hasta que sus opositores decidieron servirse de su largo historial con menores para ponerle fin a sus aspiraciones políticas.
Desde hacía mucho los bolivianos habían detectado conductas impropias en su expresidente. Su coquetería era famosa y él mismo, como presumiendo de un viril sentido cívico, había dicho que al terminar su gestión se retiraría a un coto de coca con su charango y su quinceañera. Pero lo que antes se comentaba en voz baja ahora se ventila en los noticieros. Sabiendo que tienen a la Fiscalía de su lado, feministas como María Galindo han empezado a denunciar todo lo que sabían sobre Morales. Lo acusan de haber aprovechado su poder para hacerse acompañar de niñas, por lo general indígenas y pobres, de quince o menos años, como práctica recurrente. También se preguntan si el Grupo de Puebla le ofrecerá un refugio tan seguro como el que le bridan los cocaleros del Chapare, y si seguirá siendo una voz válida en el mundo del progresismo.
Las conductas de Morales han sido sospechosas, pero no hay que engañarse. La razón de que justo ahora, después de tanto tiempo, la justicia haya decido actuar con tal contundencia poco tiene que ver con la preocupación por las menores. Morales tiene el agua al cuello porque Luis Arce, su antiguo aliado y actual presidente, se lo quiere quitar de encima. Los dos pretenden encabezar la candidatura del MAS, el partido hegemónico en Bolivia, en las elecciones de 2025, y sólo hay espacio para uno. La guerra interna en el partido ha provocado disturbios callejeros, persecuciones y bloqueos de carreteras, y al día de hoy no se sabe qué pasará cuando la justicia, si es que finalmente lo hace, ponga sus manos sobre Morales.
Bolivia es un país con altos índices de desintitucionalización, donde los marcadores que miden la calidad democrática empeoran cada año y donde la justicia se instrumentaliza a favor del Ejecutivo. Puede que la Fiscalía no se esté inventando los cargos que pesan sobre Morales, pero sí parece claro que en otras circunstancias habría podido obviarlos. Quien destruye las instituciones no sospecha que luego sus enemigos las van a capturar para ponerlas en su contra, y eso es lo que le ha ocurrido a Morales. El expresidente puede acabar en la cárcel y se dirá que es por su amor a las niñas, pero lo que está castigando Arce es su amor al poder.
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