ANTIUTOPÍAS
Descolonizar y desmantelar
Algo muy extraño está ocurriendo en esa zona olvidada de Madrid donde supuestamente se cultivan los lazos que unen a España con América Latina. Mientras el Museo de América padece un incierto proceso de descolonización, la Biblioteca de la Aecid, ubicada justo al lado, ... sufre un proceso de desmantelamiento. Quienes dedicamos nuestras vidas al estudio de estos temas no podemos estar más desconcertados. El museo se ha convertido en un gabinete de curiosidades ideológico por el que desfilan las ideas que precisamente abominan del vínculo histórico entre la península y América, y la biblioteca ha caído en la tenebrosa lógica del desguace, o mejor, de hacer de la necesidad virtud.
Como se vence el contrato de la sede donde la Aecid tiene sus oficinas, no se les ha ocurrido mejor idea que trasladar sus dependencias a las salas de lectura de la biblioteca. En este recinto, hay que recordarlo, está guardado un tesoro. No el Quimbaya, por el que tanto se pelea hoy en día, sino el bibliográfico: los fondos sobre arte, literatura e historia latinoamericana (también islámica), que mantienen vivo en Madrid el interés y la curiosidad –también la posibilidad de saciarlas– por América Latina.
Es totalmente cierto que la biblioteca padecía ya de cierto abandono y que por allá, excepto una banda de gatos callejeros y algún que otro grafitero, pocos nos asomábamos. Pero no sé si esto justifica convertir un edificio pensado para el estudio en un despacho de oficinas. Ahora los investigadores quedarán confinados en una sede alejada de los libros, con un área de lectura de ciento treinta metros cuadrados, quizá una décima parte de lo que antes tenían. Todo suena a derrota, a renuncia. Como no hay lectores, metamos funcionarios. Como América Latina no importa gran cosa, habilitemos una salita a los diez desocupados que pierden el día estudiando su cultura y su historia.
Pareciera que nadie entiende nada. La delirante lógica del pensamiento decolonial concibe la modernidad occidental como el caballo de Troya de la esclavitud, el machismo y la homofobia, y el pensamiento funcionarial no imagina la posibilidad de usar esas instalaciones y esos fondos para convertir la biblioteca en lo que podría ser: el sitio obvio y evidente al que los investigadores de todo el mundo deberían peregrinar para investigar sobre América Latina.
La falta de ambición de España es descorazonadora. La capital del mundo hispano (o latino) debería ser Madrid, no Miami, pero cómo si ocurren estas cosas. En lugar de aprovechar lo que se tiene, de diseñar un programa de becas como los que ofrecen todas las bibliotecas importantes del mundo; en lugar de poner en valor sus recursos o de hacer algo que no sea resignarse, se rellena el espacio vacío con oficinistas: santo remedio. Puede que pocos lamenten el cierre de estas salas, pero es significativo. Ahí asoma esa España de hombros caídos y vuelo corto, que pone por encima del conocimiento o de cualquier otra cosa su dúctil destino funcionarial.
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