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sin punto y pelota

La vuelta al cole en Campillos

No sé cuántos padres estarían dispuestos hoy a que sus hijos pasaran por esa experiencia para aprobar

Elogiemos a un valiente (31/8/23)

Por ella, por Botto y Soto (23/8/23)

Berta González de Vega

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Hace 50 años, unos 1500 chavales, varones, sabían en qué consistía su vuelta al cole, en el internado de San José, en Campillos, vega de Antequera. Llegaban de toda España. Sus padres confiaban en el método de don José Macías, maestro y guardia civil, ... para enderazarlos y evitar que fueran un fracaso escolar. O vital. Según me cuentan dos tíos míos, médicos maravillosos, la jornada empezaba a las seis de la mañana. Se hacían la cama –sin nórdicos–, se arreglaban, lavaban la cara y los dientes. En media hora, tenían la primera clase. A las 7:30, desayuno. De ocho a once, clases. Luego, dos horas más de clase, tiempo libre, comida, más recreo o siesta en verano –sin aire acondicionado– y de cuatro a ocho, más clases. A las nueve, se cenaba y, a las diez, en la cama. La enseñanza era buena porque luego se examinaban en el instituto de Antequera, al menos cuando era solo academia, y aprobaban. La Guardia Civil localizaba a los que se escapaban, que eran expulsados. Se permitía fumar desde los 14 años porque se consideraba que, a esa edad, eras un adulto. «No existía la chorrada de preadolescente, adolescente. Eras un capullo y punto», me explica uno de ellos.

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