sin punto y pelota
La vuelta al cole en Campillos
No sé cuántos padres estarían dispuestos hoy a que sus hijos pasaran por esa experiencia para aprobar
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Hace 50 años, unos 1500 chavales, varones, sabían en qué consistía su vuelta al cole, en el internado de San José, en Campillos, vega de Antequera. Llegaban de toda España. Sus padres confiaban en el método de don José Macías, maestro y guardia civil, ... para enderazarlos y evitar que fueran un fracaso escolar. O vital. Según me cuentan dos tíos míos, médicos maravillosos, la jornada empezaba a las seis de la mañana. Se hacían la cama –sin nórdicos–, se arreglaban, lavaban la cara y los dientes. En media hora, tenían la primera clase. A las 7:30, desayuno. De ocho a once, clases. Luego, dos horas más de clase, tiempo libre, comida, más recreo o siesta en verano –sin aire acondicionado– y de cuatro a ocho, más clases. A las nueve, se cenaba y, a las diez, en la cama. La enseñanza era buena porque luego se examinaban en el instituto de Antequera, al menos cuando era solo academia, y aprobaban. La Guardia Civil localizaba a los que se escapaban, que eran expulsados. Se permitía fumar desde los 14 años porque se consideraba que, a esa edad, eras un adulto. «No existía la chorrada de preadolescente, adolescente. Eras un capullo y punto», me explica uno de ellos.
El colegio ha salido a subasta hace unos días. No sé cuántos padres estarían dispuestos ahora a que sus hijos pasaran por esa experiencia para aprobar. En Campillos, los padres podían visitar a los niños siempre y cuando hubieran aprobado los controles que les hacían. Don José se sabía todas las notas y no hacía distinciones. Algún ministro de Franco se quedó sin ver a su hijo por catear. Mis tíos están agradecidos a mis abuelos. «Valoro muchísimo el que, a expensas de cierto desgarro, no se dejaran llevar por la blandenguería», dice uno de ellos. «La mili, luego, te parecía un paseo», añade.
El juez Emilio Calatayud, que lleva años viéndoselas con menores infractores y explicando que muchos de ellos desconocen lo que es la exigencia y la responsabilidad en sus casas, también suele hablar con aprecio de su paso por Campillos. No le ha ido mal.
Solía decir el añorado Antonio Escohotado que muchos de los problemas que decimos tener se deben a que somos, en Europa occidental, la generación más mimada de la Historia. Cómo no pensarlo viendo los mimitos y carantoñas que le hace una vicepresidenta del gobierno a un prófugo de la Justicia. Llevamos años cediendo a los chantajes de los más llorones y mimados de la familia, los 'indepes' vascos y catalanes. Es un método educativo nefasto, ejemplo desolador para los que se portan bien. Ahora pretenden que ni les podamos llevar ante la Justicia, ante ese Campillos merecido. La amnistía seguro que la aplauden muchos de esos padres que culpan siempre al colegio de todo, que optan por el diálogo permanente con sus hijos pese a las faltas de respeto, que se niegan a ver que los niños les han cogido la medida para salirse siempre con la suya. Que no es lo mejor para la familia, claro. Ni para el país. Que la suya no es la nuestra.
Pero no hay adultos al mando. Adolescentes, preadolescentes.
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