sin punto y pelota
Bajar el peso de la factura gorda
Los entusiastas de estas medicinas explican que también logran cambiar hábitos
¿Dónde están esos partidos?
Los plazos de la democracia
Hay una foto que circula por redes de una abarrotada playa española de los 70 y se pregunta por una diferencia notable con los cuerpos que pasean ahora por las orillas. Es obvia: no había casi gordos. Teníamos tipín o tipazo. Quién les iba a ... decir a nuestros abuelos de posguerra que la obesidad y su tratamiento se han metido en las agendas políticas por el coste que supone, por un lado, el tratamiento de las enfermedades asociadas al sobrepeso y, por otro, la pasta de los nuevos medicamentos que se presentan como una poción mágica para adelgazar sin efectos secundarios, más allá náuseas a unos cuantos y ocasionales pancreatitis. El éxito de Ozempic y de Wegovy, dos de las inyecciones de Novo Nordisk para diabetes y obesidad, es tal que el valor de la empresa danesa es ya mayor que el de la industria automovilística alemana y ha multiplicado por diez los ingresos fiscales de Kalundborg, el pueblo de 17.000 habitantes donde está la sede.
El Gobierno británico ha anunciado un plan piloto para comprobar si consigue que haya desempleados que, al adelgazar, encuentren trabajo o se cojan menos bajas y, de paso, baje la facture del sistema de salud. Eso requerirá de una contabilidad analítica potente porque los tratamientos para adelgazar no son baratos. En EE.UU., mientras, se nota una ligera caída en el número de obesos, según un reportaje de Jonh Burn-Murdoch, de los mejores periodistas de datos, en el 'Financial Times'.
Los entusiastas de estas medicinas explican que también logran cambiar hábitos porque, al saciar el apetito, te apetece menos, no sé, esa guarrada escocesa de una barrita de Mars rebozada en pan rallado y frita. El Gobierno laborista británico cree que apetecerá más salir a buscar curro. Ojalá.
El asunto se ha polarizado en las elecciones de EE.UU. Por un lado, Bobby Kennedy Jr., a tope con Trump, cree que el sueño de la industria farmaceútica y alimentaria es tener a niños obesos alimentados con comida basura que sean adultos medicalizados de por vida. Que es más barato cambiar hábitos, subvencionar fruta y verdura a la población que no puede pagarla –carísima allí– y ponerles a moverse. Cuenta con el apoyo de todos los locos del gimnasia y de las flexiones como las que él hace en sus vídeos y los quemados con los manejos de la Big Pharma. Por el otro lado, los demócratas piden no juzgar moralmente a los que no tienen fuerza de voluntad para cambiar y apuestan por estas medicinas, que podrían reducir enfermedades y hacer aumentar una esperanza de vida tercermundista. A brocha gorda, obesa, la división estaría entre los que creen en la fuerza de voluntad para cambiar o los que ven la obesidad como una enfermedad. Que no existía en aquellas playas de los años 70. Luego están los simplemente gorditos, que se quitan unos kilos de más sin esfuerzo y con recetas médicas sin muchos escrúpulos. Aprender sin esfuerzo fue el reclamo de muchos métodos que fracasaron. A lo mejor, adelgazar sí se va a poder. De conseguirse, pueden cambiar las cuentas nacionales de muchos países con presupuestos a los que les pesan cada vez más los obesos.
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