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ARMA Y PADRINO

El Baltasar correcto

El woke no practica la indulgencia y, en su credo, eso solo supone la admisión de la culpa y lo merecido del castigo

Rebeca Argudo

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La nueva religión pagana, el wokismo, también tiene sus tradiciones navideñas. Mal que les pese, porque la palabra «tradición» les da dentera. Ellos no lo llaman Navidad porque eso es facha: lo llaman «estas entrañables fiestas» (cuando están de buen humor) o «solsticio de ... invierno» (cuando se ponen anticlericales). Si se hacen un lío y no saben a quién prefieren ofender, lo llaman «final del otoño», sustituyen el acebo por hojas secas y a correr. Pero, como todo buen conjunto de dogmas y normas morales que aspire a controlar las conductas individuales, necesita de sus devociones y sus temores, de sus ritos. Hay dos que son ya tan clásicos por estas fechas como para el resto de ciudadanos lo son el árbol, los polvorones, los regalos y las discusiones familiares: criticar el vestido de la Pedroche e hiperventilar ante el Baltasar de turno pintado con betún. Da igual que su intervención haya sido en la cabalgata de una pedanía de la España vacía a la que no llega ni el tren y que nadie se haya enterado hasta que la caterva de ofendidos profesionales, activistas constantes de lo suyo, lo ha divulgado convenientemente.

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