el recuadro
¿Locales o generales?
A todos nos han comprado el voto, con promesas o con esperanzas
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Hoy habrá algún despistado que tras los meses de precampaña que ha soportado y lo que lleva oído en los últimos meses llegará a su colegio electoral y preguntará a alguien que vea con la cinta de la tarjeta de acreditación al cuello y pinta ... de representante de un partido cercano a su pensamiento:
-¿Dónde hay que votar para echar a Sánchez?
Tanto se ha comentado que el proceso electoral de hoy es una preparación artillera para las generales de diciembre, que al contrario de lo que suele ocurrir en las elecciones municipales, en las que prima el candidato, su personalidad, su gestión y su biografía más que las siglas del partido por el que se presenta, hoy muchos hasta se olvidarán de que son unos comicios locales. Que nos van a dar la verdadera radiografía política de España, porque se celebran en todo el territorio nacional. No como las autonómicas, que sólo son en parte de España, que ni en Cataluña, ni en Galicia, ni en las Vascongadas, ni en Andalucía hay urnas regionales. Paradójicamente lo que más cuenta, que es saber cómo piensa y por dónde respira políticamente España entera, es lo que va a quedar eclipsado por la Comunidad de Madrid, Madrid, Madrid, como en el chotis de Agustín Lara. O por Valencia, «para ofrendar nuevas glorias a España» en la autonomía en disputa entre el PP y el PSOE con el pacto del Botánico.
Hoy lo más igualitario y fiable (salvo que el escrutinio lo haga Tezanos), cual es el voto de las municipales que se emite en toda España, en cada pueblo, quedará inicialmente desdibujado por una apariencia de pulso en comunidades que han sido tomadas como simbólicas. Vamos a las urnas tras haber prometido Sánchez desde la Moncloa todo lo imaginable, en la ocurrencia anunciada cada fin de semana en el mitin con Falcon que aprobaría el Consejo del Ministros (y Ministras) del martes siguiente. Desde el cine a dos euros para mayores de 65 al Interrail gratis para los jóvenes, han prometido de todo. Y todo con dinero del contribuyente, aumentando la deuda pública hasta niveles sobre los que Bruselas nos llama la atención. Tras las tramas de Melilla y Almería, pienso que hay muchas formas de compra de votos, y que todos los partidos las han usado en la campaña, desde el presidente del Gobierno o el jefe del primer partido de la oposición al alcalde del más alejado pueblo de la España vacía. Ha habido asuntos muy graves, como la ruptura de la separación de poderes y el Tribunal Supremo cuadrado ante el Gobierno, cambiando de hecho la Constitución y el Código Penal por vía de decreto-ley, como para pensar en la limpieza de las elecciones de hoy. A todos nos han comprado el voto, con promesas o con esperanzas. Con las promesas del gasto de millones del contribuyente o con la esperanza, por ejemplo, de que las elecciones de hoy son un plebiscito o una primera vuelta de unas generales que perdería Sánchez. Sí, han ascendido a generales a los comicios locales. Generales de cuatro estrellas en forma de primera vuelta del sistema constitucional de 1978 en peligro de extinción, que gobiernan los socios de quienes quieren destruirlo.
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