EN CLAVE DE TRON
Auschwitz, 80 años después
Me resulta insoportable ver a Josef Ryszard (83 años), polaco superviviente del Holocausto, cómo llora al recordar a sus padres gaseados
Muy chulitos contra Díaz Ayuso...
Lo del hermano es surrealista
Mañana medio mundo mirará hacia el mayor campo de exterminio de seres humanos en la Historia. Jefes de Estado y de gobierno de nuestra parte del mundo, desde Felipe VI a Carlos de Inglaterra, conmemorarán los ochenta años de la liberación de Auschwitz-Birkenau ... por el Ejército rojo de Stalin. ¡Qué paradoja! Ocho décadas después, el gran ausente en los actos de memoria será la bestia Vladímir Putin, jefe supremo de ese mismo ejército y fiel heredero de Stalin y de Hitler. Sobrecoge pensar que a sólo doscientos kilómetros de Auschwitz te estalla la guerra salvaje e imperialista de Putin en Ucrania. ¿Qué lecciones mantenemos, solo ochenta años después, de las cámaras de gas, de los crematorios en serie y de las piras de seres humanos? ¿Hasta dónde puede llegar la maldad, la monstruosidad y la bestialidad del ser humano? ¿Cómo el Holocausto pudo influir en la psicología social de la población judía en todo el mundo?
Debería ser obligatoria la visita a Auschwitz para todos los estudiantes de Europa. Desde la edad a la que puedan soportarlo. Debería ser obligatoria para detenerse ante la vitrina con dos toneladas de pelo arrancado a los judíos del campo; como pensar ante la horca de Rudolf Hoss, quien fuera máximo jefe del infierno... O recorrer las vías de Birkenau, donde los deportados eran despojados de absolutamente todo y pasaban a la ducha de 'Cyclón B' y, de ahí, a los hornos.
Hace un par de días aprendí allí qué fueron los 'Sonderkommando'. Las unidades de los propios prisioneros que extraían los dientes de oro, barrían las cenizas de las hogueras y separaban a los gemelos y a las embarazadas para el doctor Mengele y sus colegas.
El teniente coronel y periodista Boris Polevoi firmó, el 27 de enero de 1945, la primera crónica de la liberación en el diario Pravda de Moscú: «Acompañados por una gran multitud de personas vestidas con pantalones y chaquetas a rayas, personas pálidas y delgadas tan exhaustas que se balanceaban como sombras en el viento, caminamos por ese lugar maldito. Probablemente el lugar más terrible de la Tierra... Sí, tal vez fue el punto de la fantasía nazi. El punto más alto al que Hitler había llegado en su afán misántropo de deshumanizar al mundo. Nos mostraron el campo de exterminio, un nudo ferroviario entero que en el apogeo de Auschwitz recibía dos o tres pares de trenes de mercancías largos y llenos al día con vagones abarrotados de gente. La materia prima para esta gigantesca fábrica de muerte».
PD: Me tomo un café en Cracovia con Josef Ryszard (83 años) y con Ania (84 años). Es insoportable ver al anciano cómo se rompe a llorar al recordar la muerte de sus padres, gaseados, por los nazis. Ania asegura que, ochenta años después, «no hemos aprendido nada». Y que le basta con mirar hacia Oriente Medio y Ucrania.
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