bala perdida

El susto de Raphael

Se habla mucho de la canción del verano, pero poco de la canción del invierno, que es siempre Raphael

El torero Peláez

Cien años de soledad

Raphael es un villancico cuyo intérprete prodigioso dio el estirón, logrando la carrera única. Se habla mucho de la canción del verano, pero poco de la canción del invierno, que es siempre Raphael, con su lámina de luto, con su voz de apoteosis, con su ... cara de chico bueno, que es también un poco chico malo. Siempre vuelve Raphael por Navidad, aunque Raphael nunca se ha ido. Mientras escribo, aguanta en un hospital de Madrid, a ver qué dicen del susto los médicos. Si abreviamos, la Navidad es el anuncio de después de las uvas, el cuñado más bien coñazo y chistoso de la cena familiar, que puede ser varias cenas, y luego Raphael, que pone prestigio de voz de radio, echando villancicos, pero desde la tele, o bien otro artefacto. Estamos ante un clásico que aún anda por ahí, de gira. La noticia, en él, es que de pronto para un momento, y no que haga canciones, conciertos, entrevistas, cosas. A cada rato le vuelven a fichar, en la tele, para que anuncie una vez más el turrón de su talento. Me convidó, no hace tanto, a la presentación de su serie biográfica, en la Gran Vía, y ahí estuve yo, a cuatro butacas de Raphael, que era el aparecido que iba a ver su propia vida de película, con toda su familia amabilísima. Lo peor de Raphael es algo en lo que Raphael no tiene ninguna culpa: sus imitadores incontables, que te colocan en seguida en la fiesta todo el repertorio de karaoke. Vive en un chalé desperezado, muy lujoso de salones, pero ni así le caben todos los discos de oro, que me parece que son más de trescientos. Las cosas se las lleva bajo pulso fino Natalia Figueroa, que, naturalmente, no es sólo la mujer del artista. Raphael viene de la escuela del hambre, y gasta un fulgor 'kitsch' que sigue hipnotizando a los bachilleres de lo último. Los conciertos los prepara como un marine, y se vuelve casi mudo, en esos días, para irrumpir en el escenario con la voz ampulosa de siempre, entre el niño prodigio y el setentón jubiloso. Quizás el gran enigma de Raphael es que no tiene ningún enigma.

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