BALA PERDIDA

Sobre mi alzhéimer

Yo he visto en los ojos de mi madre el domingo de la nada. Y de eso no se cura uno nunca

Ley de infractores

Bicis Sánchez

El día del alzhéimer resulta, en mí, un nuevo aniversario del abismo, porque yo tuve una madre desencuadernada por ese mal. Estuve, en su momento, a pie de obra del duro estremecimiento, con una madre que no sabía que le cuidaba un hijo. El ... alzhéimer, o sea, mi propio alzhéimer, porque quien asistió a un enfermo heredó la enfermedad, ha devenido en un tema literario, y así cada año hago aquí mismo la memoria de un mal que está ahí, inapelable y quieto, para el futuro que no se ultima. Manuel Vicent cuaja cada año su columna de antitaurino. Aquí mismo, Peláez levanta su crónica contra el verano. Y uno, modestamente, arrima la costumbre de dar el parte del propio alzhéimer, que es una rara suerte de ir muriendo, pero sin morirse nunca del todo. Ojalá aún me queden años de asomo a este balcón de la escritura, que es como decir que aún ahí sigo, medio enfermo, pero con ganas de ir tirando. «Sé que me pasa algo, pero no sé lo que es», arriesgó en su día Pascual Maragall. He ahí el diagnóstico del precipicio, del precipicio que se lleva por dentro. Las familias de los aquejados de alzhéimer también saben que les pasa algo. Lo sabemos. Yo he visto a mi madre saludando a un árbol como si ese árbol fuera mi padre. Yo he visto en los ojos de mi madre los ojos el domingo de la nada. Y de eso no se cura uno nunca. «Si pierdo la memoria, qué pureza», escribió un vidente lírico. El verso nació a otros efectos, naturalmente, pero yo me he aliviado con él a menudo, por imaginar que al fin mi madre cayó a vivir en alivios de pureza, en paraísos de inocencia, en ciegas astronomías de poca o ninguna lucha. Cayó ahí a vivir, y a morir. Se piensa pronto que lo mejor es que el alzhéimer vaya rápido, porque quizás hay algo peor que el dolor, que es saber que el dolor no se acaba. De las madres con alzhéimer nos despedimos todos los días, pero al día siguiente están ahí, sin estar, tuteando al pánico en cada espejo o pidiendo de postre una caracola. Somos los que se van.

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