bala perdida
La señora de Trump
Melania calla mirando al infinito, como si no se viera cómplice de todo aquel teatro apabullante
Porno en el juzgado
Los lectores sospechosos
Donald Trump es un caso concéntrico de mujeres. Se ha casado tres veces, entre otras cosas de su vida laboral del amor. El primer matrimonio, con Ivana Trump, duró quince años, y se resolvió en divorcio. El segundo, con Marla Maples, duró menos, y concluyó ... en otro divorcio. Pareciera, así en un primer reojo de juicio, que Trump cree en el matrimonio porque no hay otra garantía de la felicidad de divorciarse. Aunque igual no. Porque vive hoy dentro de un tercer matrimonio, con Melania, que concretó hace dos décadas. De modo que Trump es un jaleo de familia donde siempre asoma una mujer del pasado, y luego una hija esbeltecida y rubísima que igual no es exactamente una hija sino la cónyuge de un hijo de gomina. Les tiene a todos trabajando en la causa, que es manejar el mundo. Todos componen una parroquia aseadísima, millonaria y de mucha peluquería, como si fueran antes a inaugurar un yate que a discutir una enmienda. Trump ha montado un gabinete exótico, como quien convoca una barbacoa, y de fondo siempre está la familia perfumada, y Melania, que calla mirando al infinito, como si no se viera cómplice de todo aquel teatro apabullante. Trump firma muchas cosas, como si tuviera mucha faena pendiente, metiendo al papeleo una rúbrica estrepitosa que parece hija de una metralleta, y no de una pluma, y Melania ejerce de guapa con retrato de esfinge, sin romperse ni mancharse, no sabemos si encantada de estar allí, o bien sujeta a un serio enojo recóndito que igual entraña algunas dudas existenciales. Es una aparecida sin sintaxis y con sombrero, cuando sale su marido a saludar con bailecito ante la multitud. Estamos ante una hermosa de enigma, parada en una media sonrisa, con pasado de modelo, y un presente de esposa del rey del universo. Imagino que en su distinción ceñida, la de Melania, obviamente, se incluye no delatarse ni contenta ni triste ni nada. Es Michelle Obama, pero al revés. Igual su enigma es no tener enigma alguno.
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