BALA PERDIDA
La pandemia, esa cosa de pobres
La pandilla de Koldo se daba muchos apaños para moverse cuando nadie se movía
ARCO, centro comercial
Elogio de Ábalos
Por el caso Koldo vamos viendo que la pandemia fue un padecimiento de pobres. Quiero decir que en España hubo un día en el que acudíamos a comprar el pan como quien se asoma a un quirófano, allá en lo alto del riesgo del covid, ... un día en el que la libertad era un privilegio de los galgos, y algún abuelo se nos moría sin velatorio, porque todos fuimos familia amarga de uno solo. Todos cumplimos austeros, y solidarios. Todos, o casi todos. Porque ya tenemos ahí que la pandilla de Koldo se daba muchos apaños para moverse cuando nadie se movía, y hasta cerraban el bisnes más rápido que si estuviéramos todos en la vida presencial. Iban a los restaurantes como nosotros íbamos a la farmacia, y hasta montaban algún safari de puticlub, mientras el resto de los mortales no teníamos más lujuria que el hidroalcohol. De modo que vivieron la pandemia, y sus confinamientos, a su manera, que era estar de vacaciones, pero poniendo el cazo. La pandemia se nos ha olvidado mucho, pero conviene recordar que nos dimos la postura en un autoexilio de mucho Netflix y poco reproche, cuando estaba prohibido el beso y salíamos a la calle, en horario cauteloso, por comprobar que aún existían los parques.
La obediencia es hija del miedo, y también un poco hija de la solidaridad, en nuestro caso, pero he aquí que unos listos vivaqueaban con alegría, usando más condón que mascarilla, quizá, y hasta remataban algún pelotazo histórico, que aún no sabemos si los ha hecho ricos, o reos. Koldo, y sus órbitas, habrían tenido sitio en el reparto de cualquier Torrente, pero también Tito Berni, y Luis Medina y Alberto Luceño, dos señoritos que colaboraron tanto con la intendencia de ajuar de mascarillas en el Ayuntamiento de Madrid que les dio para derrochar en lamborghinis. Estamos ante un ramo de enterados que practicaron el atareamiento del sablazo mientras los demás arrimábamos el hombro sin movernos de la cocina. Estas cosas nos pasan por tener solidaridad de pobres.
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