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bala perdida

Ser del Madrid

Llevar carnet del Real Madrid es haberse comprado un carnet de felicidad, y ese carnet dura toda la vida

El móvil del 11-M

La bici que nunca acaba

Ángel Antonio Herrera

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Le ha tocado al Real Madrid el City, para la Champions, y ya estamos jugando el partido de vísperas, entre la especulación y la inquietud, porque el Madrid juega todos los días, haya partido o no lo haya. Quiero decir que el Madrid es ... una noticia sin desmayo, una noticia en curso que entra y sale en la Champions, o en la Liga. Yo detesto el domingo, que es una convalecencia del tiempo, y una febrícula de lejanía, y una nostalgia de nada, y es así en mí desde niño, aunque el fútbol ha venido a funcionar de alivio o antídoto, desde entonces, hasta hoy. Llevar carnet del Real Madrid es haberse comprado un carnet de felicidad, y ese carnet dura toda la vida, porque hablamos de una pasión primera, y última, y esas pasiones no se curan nunca, por suerte. Hay más fidelidad a un club, como el Madrid, que a una mujer, o a un empleo. El Madrid, en mí, es un vínculo con la dicha, porque até el amor a este club, desde niño, y en la infancia está la felicidad, con su patio de cromos de Santillana, con su recreo de goles vocingleros, con su balón de perder al ocaso otro balón, tras la tapia. Adeudo mucha vida al comercio con los poetas, pero también al embeleso con los futbolistas, que son una poesía paralela al verso propiamente dicho. Se puede reverenciar al Borges del soneto y al Ronaldo de la chulería mágica. Se puede y se debe. Se puede saludar con goce cósmico un gol de Benzemá, tras el taconazo de Guti, y una estrofa marítima de Neruda. No olvidaré nunca un gol de Juanito, allá en los ochenta, ante el Celtic, donde le pone Juanito al remate, de cabeza, toda la discordia interior del rebelde que era por fuera. Ni eso, ni el desgarro nocturno, por aquellos días, de los poemas de Lorca, que es un futbolista a su manera. Ser del Madrid es una opción de la felicidad, y con esa opción vamos a irnos hasta la tumba. El gol de Zidane, en la Novena, con disparo de guadaña, cotiza en la belleza inagotable de las antologías de magos, poetas y piratas.

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