Hazte premium Hazte premium

bala perdida

Epístolas Sánchez

Mientras el amor, hoy, se resuelve en Tinder, va Sánchez y recupera la carta para confesar que ama a su esposa

El rubio de Stormy Daniels

El corsé de Swift

Ángel Antonio Herrera

Esta funcionalidad es sólo para registrados

No diré que me embelesan las cartas de Pedro Sánchez, aunque sí ha inaugurado el género de la epístola, que es una reliquia de bohemia de otros siglos. Eso sí. Sánchez es que está en todo. Igual redacta una amnistía que perpetra una postal sin postal ... . Igual echa a rodar la palabra resiliencia que la palabra epístola, que queda entre eclesial y Gustavo Adolfo Bécquer. La carta no es que no se lleve, es que ya no existe, y puedo dar fe, porque yo aún escribo alguna carta, cuando viajo, pero me cuesta mucho encontrar un sello. No existía la carta, hasta que se ha puesto a la faena Sánchez y nos ha colocado dos, en un par de soplos, la primera para decir que se lo piensa en cuatro días, y la segunda para orear que aquí está para el resto de legislatura. Yo no le di ni mucha ni poca importancia al mensaje político de ambas, pero sí a la declaración reiterada de amor que incluyen, un amor declarado por lo alto, y a la vista de la afición que lee, que es mucha o poca, según se mire. Los destinatarios de las dos cartas somos todos, pero en rigor es Begoña Gómez, que ya reúne el privilegio exótico de tener a un Romeo que vive en Moncloa, mientras presume de enamoramiento, vía circular en papel, porque algo de circular de papelería también tiene esa primera carta. Cuando sólo escriben los niños a los Reyes Magos, y los administradores de fincas al vecindario, Sánchez se da el hábito, que ya es casi vicio, de escribirnos a los españoles para contar, de fondo, el amor por Begoña. Sánchez es incalculable. Mientras el amor, hoy, se resuelve en Tinder, y el gentío se explica por WhatsApp, va Sánchez y recupera la carta al ciudadano, para confesar, en rigor, que ama a su esposa. Vivimos a merced de la anomalía, pero no habíamos sospechado que el presidente se iba a emboscar de poeta enamorado a bordo de la epístola, esa antigualla. Nos faltaban verdades, pero aquí van dos, que son la misma: «Begoña, te quiero».

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación