bala perdida
Armiñán y Juncal
La serie es una fiesta del alma de la Andalucía interior que tantos celebramos
La cocacola por testigo
Viva Rubiales
La muerte de Jaime de Armiñán nos trae la resurrección de Juncal, o debiera traerla. Juncal es una serie jovial, insólita y hoy incendiaria, alrededor de la biografía de José Alvarez, matador de toros. José Alvarez es Paco Rabal, que ahí hizo de sí mismo, ... muy bien trajeado de lino blanco y picaresca propia, bajo el orgullo de una torería que incluía los toros, pero también la tauromaquia de la inclemencia de ir viviendo con el tabaco prestado y un sablazo a la dueña del bar de la esquina, previa rapsodia de galán que se las sabe todas. Rabal tiene, en esa serie, la autoridad inapelable del fracasado, y uno no puede sino quererle todavía más, luego de verle trasnochando por bulerías, ligando aristócratas, contando cátedras de bohemia y acercando la ilustración de lo vivido al limpiabotas fascinado, Búfalo, cuya encarnación es un milagro de Rafael Alvarez, 'El Brujo'. En tiempos de Netflix, debiera volver Juncal, que resulta una superproducción de las emociones, porque un torero es un mito, y su órbita un ateneo de gentes entrañables y literarias que igual resuelven en el mismo día un tablao y un velatorio. Que incluso logran de un velatorio un tablao, empezando o acabando por el propio Juncal, cuyo espíritu nunca abandona el lema de los sabios griegos: aprende a hacerte el que eres. La serie es una fiesta del alma de la Andalucía interior que tantos celebramos, y hoy resultaría un escándalo porque en sus capítulos se concreta el arte de vivir en torería, más allá del ruedo, incluyendo obviamente las artes de hechizar a la mujer, donde Juncal se consagra un maestro sin remedio. Juncal sostiene que las prisas son para los delincuentes y los malos toreros. Y llega a aprenderse el diccionario del miedo, recitándose a menudo medrana, pánico, rescoldo y jindama, porque lo conocido no asusta. Armiñán más bien ha vuelto, porque nos trae a Juncal. Un pícaro en condiciones que usó la elocuencia del encanto y el dandismo de ir tieso. Qué lujo ante la cancelación de moda.
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