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tribuna abierta

Terrorismo y memoria democrática

Vivimos tiempos en que los deseos están por encima de los hechos, tiempos en que se convierte en legítima la mentira, tiempos en que se nos dice lo que tenemos que recordar

Ana Velasco Vidal-Abarca

En España hemos asumido una ley fatuamente llamada de memoria democrática, cuya denominación es una falacia que se contrapone a la realidad de lo que es la memoria –intrínsicamente personal– y que además la adjetiva, obviando que por su propia condición la memoria no puede tener atributos. Pero vivimos tiempos en los que los deseos están por encima de las evidencias, tiempos en los que se convierte en legítima la falsedad, tiempos en los que se nos dice lo que tenemos que recordar, cómo lo debemos recordar y qué debemos opinar de esos recuerdos impuestos. Y son tiempos en los que se nos fuerza a olvidar nuestra historia más reciente, una historia tan cercana que aún vive en las memorias de los españoles, pero que los que deciden han dispuesto eliminar de la 'memoria colectiva' establecida por ley.

Porque eso es lo que está ocurriendo con el terrorismo de ETA. Es como si no hubiese existido nunca. Solo les está permitido recordar a esa banda asesina a los que la ensalzan y justifican, mientras se les hacen cesiones subrepticias: terceros grados inmerecidos, disposiciones traicioneras en el Congreso para que las penas cumplidas en otros países se puedan descontar de las condenas en España, participación de criminales en listas electorales, aceptación de que terroristas impartan clases en centros educativos públicos, homenajes, manifestaciones callejeras pidiendo la excarcelación de los condenados. Y desde el poder ni una crítica, ni un reproche, ni una condena, ni una mención, nada; solo silencio, un silencio ominoso y claudicante, un silencio cobarde y cedente: dignidad por poder; justicia por poder, libertad y verdad por poder.

Y las víctimas relegadas, apartadas, olvidadas, repudiadas. Cientos de familias se encuentran ahora abandonadas, desconcertadas en su soledad, con la amarga certeza de ser un estorbo en los nuevos tiempos de memoria selectiva. Las víctimas ya no pueden existir, es una condición inexorable para que ETA tampoco exista, para que pueda ser redimida con sus nuevas y puras siglas, que se han adueñado de la tierra por la que mataron. Y a las víctimas, a sus familias, las están convirtiendo en fantasmas que vagan sin ser vistos, sin ser apreciados, ni valorados, ni protegidos, porque son incómodos testimonios de otra época, cancelada y sobre la que no rige la 'memoria democrática' porque no conviene a los intereses estratégicos de los que mandan y necesitan aliados indecentes. Y por eso, las víctimas del terrorismo sufren la soledad del abandono institucional, la impotencia de la indefensión y son conscientes de que la única y verdadera derrota es la suya.

Por eso son un bálsamo las valientes palabras de María Luisa Gutiérrez, productora de una película sin ambigüedades en la que se narra una parte de la desgarradora historia que se está hurtando a la sociedad española, y que ha reivindicado con convicción y compromiso «la historia reciente de este país» y ha apoyado con verdadero afecto y empatía a las víctimas del terrorismo. Gracias. Gracias por ese alegato valeroso de una historia reciente, verdadera y cruel, de la que la 'memoria democrática' oficial nos quiere desposeer.

SOBRE EL AUTOR
Ana Velasco Vidal-Abarca

es víctima del terrorismo

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