CABEZA FRÍA
UE: peor ahora que con el Brexit
¿Puede Von der Leyen encauzar 27 voluntades cada vez más dispares? Sin unidad no hay capacidad de reacción y sin reacción surge la debilidad
Más Maduro
El fiscal general y el mal menor
Cuando el Reino Unido decidió abandonar la Unión Europea corrieron ríos de tinta pronosticando que aquello era el principio del fin del proyecto comunitario. Se anticipó que tras el Brexit vendría el Dexit alemán, el Frexit, el Italxit, el Nexit en Holanda y hay ... quien llegó a agitar hasta el Grexit y el Spexit en España. Pero no ocurrió nada de eso y la Unión Europea enjugó la pérdida de una economía tan importante como la británica con el descubrimiento de que funciona mejor sin el Reino Unido, sin sus pataletas y trabas constantes. La clave fue la unidad de acción. Los líderes europeos entendieron la gravedad de la amenaza y decidieron ponerse de acuerdo para afrontarla con una postura común. Así tuvieron capacidad de reacción y eso fue su fortaleza.
Ahora está sucediendo lo contrario. No hay una amenaza directa y clara de disgregación sino un peligro externo, Rusia. Y el proyecto europeo lo afronta al mismo tiempo que la polarización está disolviendo el pegamento que lo une a nivel interno y también con su principal socio exterior, Estados Unidos. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha transformado al gran aliado de Europa en una administración que coquetea con su principal enemigo, Vladimir Putin, mientras se resquebraja la salud de las democracias europeas haciendo muy difícil que puedan alcanzar unidad de acción.
Ahí está lo que ha sucedido en Rumanía, la situación de Francia, Alemania, España, Italia o Austria. Los extremos han convertido al proyecto común en algo poliédrico, deslavazado, donde cada país pretende ir por libre en mayor grado cada vez. ¿Puede Ursula von der Leyen encauzar 27 voluntades cada vez más dispares? ¿Va a poder lograr unidad de criterio en las medidas a tomar en el plano económico o en el migratorio?
Ahora mismo, la Unión Europea es un proyecto con recursos al que le falta capacidad para poder articularlos. Haciendo el recorrido inverso de lo que sucedió con el Brexit, la falta de unidad impide la capacidad de reacción y sin reacción surge la debilidad. Lo acabamos de ver esta semana con la exigencia de Trump para que los países europeos suban al 5 por ciento su aportación a la OTAN bajo la amenaza de que Estados Unidos abandonará la Organización si no lo hacen. ¿Qué ha hecho la Unión Europea? Ofrecer parálisis porque en este momento no puede hacer otra cosa. La mayoría de sus miembros carece de capacidad económica para cumplir esa exigencia sin llevarse por delante su estado del bienestar. Pero sin Estados Unidos, la Unión no puede pensar en defenderse en serio de Rusia sin ceder su competencia de defensa a Bruselas; un traspaso que entraña una pérdida de soberanía implanteable políticamente en este momento.
Siempre han existido agoreros anticipando el final de la Unión y enemigos del proyecto común deseando que fracase. Pero es ahora cuando las costuras del traje tienen más riesgo de acabar abriéndose.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete