el batallón
Urtasun, próximo premio nacional de Tauromaquia
Ahora, ir a los toros es un signo de rebelión al sanchismo. Las plazas se llenan
Cenizas en el fango
Por dónde empezar...
Cuando el sanchismo solo sea (Dios lo quiera y a no mucho tardar) un amargo recuerdo del pasado, como la pandemia o cualquiera catástrofe social de las que tras la tragedia hacen espabilar al grupo humano que las ha padecido, el primer premio nacional de ... Tauromaquia habrá de ser para Ernest Urtasun, por el empujón que para la Fiesta ha supuesto la decisión unilateral y furiosa del ministro sumatorio que más resta de liquidar el galardón. No se recordaban tanto llenos de 'no hay billetes' en Las Ventas por San Isidro, con los tendidos a reventar, 'hasta la bandera', como dicta la expresión en el enésimo préstamo de los toros a la lengua común, como 'atarse los machos', 'brindis al sol', 'echar un capote', 'ver los toros desde la barrera', 'dar la puntilla', 'coger al toro por los cuernos', 'tener mano izquierda', 'entrar al trapo' y tantas y tantas expresiones de uso general que han llegado hasta nuestros días y que nos hablan del legado cultural secular que el hecho taurino ha ido dejando en España. Cualquiera que no sea un merluzo es capaz de valorar esa aportación al primer tesoro de la cultura de un pueblo que es la lengua.
Se llenan las plazas ahora y, por tanto, hay que dar las gracias a Urtasun, tan sectario, tan embustero y tan tramposo. Sectario por esa anulación y descrédito del gusto y la costumbre que a él le son ajenos; embustero por falsear las cifras de asistencia a las corridas, y tramposo porque hasta tomó el año 2021, con los aforos limitados al 50 por ciento por la pandemia, para avalar la liquidación de un galardón que, recordemos, surgió extramuros de la 'fachosfera', en los últimos estertores de zapaterismo y al que el sanchismo embiste en casi la única discrepancia doctrinal entre ambos movimientos, que son miméticos tanto en el fondo de su objetivo (la deformación del concepto España) como en el procedimiento para lograrlo.
Igual que Almodóvar confesó que lloró «como un niño» al leer la primera carta de Sánchez, y a la espera de la gimoteante reacción del cineasta manchego a la segunda epístola petrina, está resultando duro vivir esta hora de España. Sobre todo fuera del muro de Sánchez, donde el foso que rodea tan imponente muladar está llenó ya de vergüenza ajena, ridículo, pena, preocupación y perplejidad por el hecho de que España camine por una senda rodeada de tics autoritarios y de un sectarismo gobernante gigantesco. Quien no forma parte del sanchismo es marcado como una especie de proscrito de «la justicia social y el progresismo fetén» al que se cancela como sujeto político con derecho a pensar lo que le venga en gana. La consecuencia inmediata de esa imposición es el avivamiento del instinto de supervivencia que viene de serie con el carácter de los aquí nacidos, ese punto de mala leche que le sale al español que brota cuando le dicen que, porque sí, no puede hacer o sentir algo. Ahora, ir a los toros es un signo de rebelión al sanchismo y a su ruina. Así que, según salga Urtasun el último día del despacho, premio y hasta un pasodoble por su impagable contribución al auge de la Fiesta.
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