el batallón
Treinta monedas
Tan acostumbrados están a la traición los sanchistas que incluso dentro del muro se perdonan todas las puñaladas, ya sean traperas o por la espalda
Siniestro total
Cortes Españolas (II)
El sanchismo tiene una peculiar relación con la traición, basada en una especie de fascinación por todo aquello que le huela a desleal siempre que beneficie a la magna obra erigida por Sánchez, que no sólo da nombre al movimiento sino que ha conseguido ... meter en las cabezas de sus prosélitos el corpus ideológico y gestual alumbrado por el creador del invento. A los socialistas les pasa como a las modelos de aquellos folletos de moda barata de los años setenta, que todas se parecían extraordinariamente. Se parecen los sanchistas en la confortable y proverbial convivencia con la mentira, pues un embuste soltado por el líder lo van repitiendo unos y otros sin que les importe caer en el ridículo. En parte, resulta hasta conmovedor que se avengan a semejante descalzaperros de la importancia de la verdad en la política sólo por seguir al flautista que les conduce al abismo de esa hemeroteca que asesina su discurso y que parte en dos la conexión del hombre con la verdad.
Más incomprensible es la aparentemente placentera convivencia con la traición. Ni dentro ni fuera del movimiento sanchista parece importar mucho la fidelidad y la lealtad, cuanto más su ausencia. De hecho, algunos célebres traidores al Estado y al imperio de la ley han sido premiados no sólo con el indulto (todos fuera de la cárcel) sino que incluso han recibido el premio gordo de la amnistía, según el cual los que no hemos atentado contra el sistema de libertades y derechos que consagra la Constitución debemos pedirles perdón a los golpistas del 'procés'. El mundo al revés, el décuplo del sinsentido, el colmo de los colmos o, como dicta el pareado, «Andrés no se lo cree».
Tan acostumbrados están a la traición los sanchistas que incluso dentro del muro se perdonan la mayoría de las puñaladas, ya sean punzantes, contusas, incisas, traperas o por la espalda. Quizá Roma no, pero en La Moncloa sí se paga a los que en su día fueron considerados unos traidores. Es el caso de Óscar López y Antonio Hernando, este último con peor fama en Ferraz que Judas en la última cena, que durante la primera muerte del sanchismo se prestó a volver a hacer a Rajoy presidente. Eran los tiempos del tozudo 'no es no' y a Hernando nada le importó defender la investidura de Mariano desde la tribuna del Congreso. Por su parte, López (Óscar), en su día sorprendió a todo el partido apostando por López (Patxi) en aquellas primarias del PSOE, traicionando dos décadas de fraternal amistad con Sánchez.
Pasados los años, y como la traición es banal en el sanchismo, ambos fueron rehabilitados y hasta recompensados con la fontanería mayor de La Moncloa. Las treinta monedas se completaron desde hace quince días con el Ministerio de Transformación Digital, el uno de ministro y el otro de secretario de Estado y con idéntica eminencia en la materia: ninguna. Aunque puede que Sánchez se haya hecho un lío y haya interpretado que lo digital viene de dedo, procedimiento de designación que va más allá de la competencia, del mérito y hasta de la traición.
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