EL BATALLÓN
El 'Sol de Usera'
En las cosas de Maduro la consigna en el sanchismo es Zapatero (nunca mejor dicho) a tus zapatos
Por el arco del triunfo...
«Su Majestad el Rey inauguró esta sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación siendo ministro don José Manuel Albares Bueno». Así rezaba la lustrosa placa que hace tres eneros colocó Albares con la excusa de una remodelación (que no inauguración) ... del edificio ministerial en la plaza del Marqués de Salamanca. El ministro, con su nombre y dos apellidos; el Rey, a secas, así en general, un rey cualquiera, Melchor mismamente, qué más da si lo importante era que para la historia quedara quién era el ministro cuando ocurrió tan extraordinario evento. El episodio define nítidamente la personalidad de Albares Bueno, que allá por donde camina desprende un aire ególatra que encaja como un guante en los principios fundacionales del sanchismo, tomados de la personalidad del narciso fundador del movimiento y que Máximo Huerta escuchó, casi estremecido, con aquel trascendente «¿cómo pasaré yo a la historia?» cuando fue a presentarle su dimisión como ministro de Cultura.
Quienes conocieron a Albares Bueno en la Embajada de París pueden dar cuenta de los aires con que llegó a la legación, que parecía Luis XIV (apodado El Grande o el Rey Sol) recorriendo jactancioso la Galería de los Espejos de Versalles. Y cómo todos respiraron aliviados cuando llegó a París Victorio Redondo, un diplomático 'normal', a sustituirle una vez que Sánchez nombró ministro de Exteriores al «chaval del barrio de Usera», que es como a Albares Bueno le gusta definirse para mostrar su proverbial humildad y modesta cuna en las entrevistas hagiográficas que le hacen. Tanta paz lleve, como descanso deja –pensaron– cuando salió por la puerta de la embajada en el imponente palacio de la avenida de Marceau a orillas del Sena.
Y ese tonito displicente, espetado con secuenciales tics arrogantes –formato «no sabe usted con quién está hablando»–, es el que desplegó el otro día en el Senado, donde acudió a dar explicaciones tras el pucherazo sin matices (hasta la siempre 'progresista' ONU lo ha denunciado) que Maduro ha perpetrado en Venezuela, llegando incluso a abroncar a la oposición por intentar hablar con el embajador sin su superior permiso. «¡Al cuerpo diplomático lo dirige el Gobierno!», y no hay más que hablar. Se negó, naturalmente, a reconocer el fraude pregonado ya a los cuatro vientos, con la excusa de que la UE no ha abierto la boca. Así que hasta finales de mes no habrá respuesta en Bruselas (son un verdadero rayo reaccionado los 'eurócratas') y el Gobierno no dirá esta boca es mía. Lo mismito que en el reconocimiento unilateral del Estado palestino sin esperar al conjunto de los Veintisiete, lo que indica la selectiva preocupación por los derechos humanos del sanchismo. Así de sectaria es la reacción de la progresía ante el sufrimiento de unos y otros. El discurso de Albares Bueno, ese 'Sol de Usera', brilla mucho menos en Venezuela, casi 'crepusculea', se apaga y sale corriendo. En las cosas de Maduro, la consigna es Zapatero (nunca mejor dicho) a tus zapatos.
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