el batallón
El 'señor Ñ' y Minúsculo-Marlaska
El ministro del Interior debiera plantearse si le merece la pena seguir en el puesto pues resulta cruel la deshonra y deterioro de su imagen pública
Una escopeta de feria
El padre de Hunter y el marido de Begoña
El tercer pago a los separatistas que mantienen en La Moncloa al 'Uno' (Pedro Sánchez) consiste en quitar el control de los puertos y aeropuertos catalanes a la Guardia Civil y a la Policía, donde se coloca a los Mossos de Trapero. Vergonzoso papelón ... el representando en este sainete por el que ya se conoce como Fernando Minúsculo-Marlaska, que pinta en el Gobierno lo mismo que la Tomasa en los títeres después de que hace sólo quince días negase rotundamente que la Policía autonómica fuese a encargarse de la seguridad de la puerta de entrada a Cataluña por aire y por mar. Humillación a humillación, Marlaska debiera plantearse si le merece la pena seguir en el puesto pues, visto desde fuera, resulta hasta cruel el deterioro y deshonra de su imagen pública. El primer pago fue la amnistía a los golpistas del 'procés' y el segundo la promesa de un Cupo a la vasco-navarra y ese torrente de millones que es como si a Cataluña le tocara todos los años el Gordo de Navidad, la Grossa, la bonoloto, el cuponazo de la ONCE y hasta el sueldo Nescafé para toda la vida.
Coincide este tercer peaje del Estado del 'Uno' a los separatistas con la difusión de la odisea lingüística del 'señor Ñ', un español que lucha porque le dejen hablar español, o castellano, en España en su relación con las administraciones. Hasta ahí hemos llegado, hasta esa especie de 'apartheid' lingüístico que se va consolidando en Cataluña pese a que la llegada de Salvador Illa, previa a la bajada de pantalones ante ERC, se había vendido como un retorno a la convivencia y a la normalización de las relaciones de esa comunidad autónoma con el Estado tras las pulsiones separatistas de la banda del 'procés'. La inmersión alumbrada por Pujol, a base de multas a los comercios por rotular su cartelería en castellano y de espías que vigilan que los niños en el recreo hablen 'en catalá', alcanza ahora profundidades abisales después de que el propio Illa sólo utilice la lengua de Cervantes cuando cruza el Ebro. Las sentencias del Tribunal Constitucional sobre el obligado cumplimiento del 25 por ciento del castellano en la escuela son desde hace tiempo papel mojado, mientras en las bibliotecas catalanas se arrinconan casi en el estante de los libros prohibidos los volúmenes en la lengua de todos. Todo ello pese a que (o precisamente por ello) el castellano es la lengua de uso muy mayoritario en Cataluña. Según los datos del Ayuntamiento de Barcelona, que presenta la evolución del catalán, el castellano y otras lenguas en la ciudad desde el año 1988, el catalán se encontraba en 2023 en su mínimo histórico en la ciudad. El peor año después de este es el 2022.
La batalla del 'señor Ñ', que en estas páginas abecedarias nos cuenta cabalmente Esther Armora, tiene por tanto todo el sentido; como no lo tiene el empecinamiento de Minúsculo-Marlaska por seguir siendo un ministro absolutamente ninguneado y del 'Uno' por seguir siendo rehén del forajido que se esconde de la Justicia en Waterloo, que de una manera u otra es el que en realidad manda en España.
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