el batallón
Incitatus de Pucela
Puente es lo de (muchísimo) menos, apenas representa la parte folklórica y parrandera de un timo mayúsculo y masivo
La vergüenza va por barrios
Entre la Oca y la Chochona
Asombrarse de la antepenúltima (habrá muchas más, una diaria quizá) trapacería de Puente conduce directamente a la melancolía. Está puesto ahí precisamente para eso, para que la gente ande distraída con un individuo que tiene prescrita una inextinguible incompatibilidad con el sentido común y una ... querencia insuperable a la arremetida multidireccional, indiscriminada y faltona, en vez de asombrarse de la última trapisonda de Sánchez y su Gobierno. Puente es un caso perdido hace mucho tiempo y por eso conviene no caer en la trampa que nos trata de poner su 'augusto' jefe, que ya le mandó a embestir a Feijóo en su investidura desvelando cuál iba a ser su estrategia de embarrar el palenque, una táctica fundacional del sanchismo que ya representó Iglesias, hoy apenas un insigne tabernero de Lavapiés con residencia en Galapagar una vez que quedó abrasado por su propio discurso (por llamar a aquello de alguna manera).
No, cuanto más se hable de Puente más eficaz parece su elección y más algarabía provocará en la fontanería de Moncloa al comprobar que la gente sigue mirando el dedo y no la Luna. Sánchez hace tiempo que perdió el respeto a los españoles y la prueba del nueve de esto es la elección de un sujeto como Puente en misión fundamentalmente difamatoria. Por eso insulta la inteligencia de los ciudadanos al asegurar, como perplejo, que «no sabe por qué es noticia» que el presidente de la Generalitat y socio preferente del PSOE diga que van derechitos a la autodeterminación. Pues es noticia precisamente por su currículum pastueño y aquiescente ante todas y cada una de las demandas que, en formato chantaje, le ha venido haciendo el separatismo para descoser España y mantenerse él en el poder. La secuencia es estremecedora: primero fueron los indultos a los golpistas, luego la amnistía y más tarde será la autodeterminación, en cuanto le convenga a quien no hace tanto consideraba incluso «rebelión» la pirueta de la 'troupe' de Puigdemont, al que por cierto prometió traer de la pechera para que fuera juzgado por el Supremo. Y todos los mojones que jalonan ese zarrapastroso camino a la independencia eran negados categóricamente por Sánchez antes de cada cita con las urnas para, una vez en La Moncloa, desdecirse de todo lo dicho, guarecido bajo el tramposo «cambio de opinión» y la subsiguiente farfolla declarativa de la concordia y ese buenrollismo narcotizante tan del gusto de la izquierda. Hablamos de un engaño masivo, sin matices y a calzón quitao, con insólita desvergüenza. Nos hallamos ante el dirigente más embustero en los últimos cuarenta años, no hay nadie que se aproxime a ese nivel de producción de trolas.
Puente es lo de (muchísimo) menos, apenas representa la parte folklórica y parrandera de un timo mayúsculo y masivo que tiene como fin la desaparición del Estado de derecho mientras toca la lira de la concordia, como Nerón mientras incendiaba Roma. Dos césares antes, Calígula nombraba cónsul a su caballo (Incitatus se llamaba el jamelgo); dos mil años después, Sánchez ha hecho a Puente ministro del Gobierno de España. Pero eso es sólo una anécdota, aunque aún convenga diferenciar entre un relincho y un rebuzno.
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