el batallón
El honor de los Sánchez
El Festival de Bayreuth, santo y seña de la música clásica, medita seriamente suspender su próxima edición tras la renuncia de David Sánchez
El esclavo feliz
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Salió en tromba medio Consejo de Ministros a defender el honor de los Sánchez después de que el cuñado de Begoña, el músico, renunciara al puesto que le concedió la Diputación de Badajoz para que llevará una Oficina de Artes Escénicas casi ectoplasmática pues ... hasta a él mismo le costaba localizarla (ni con un GPS). Parece que se trataba del típico puesto-canonjía que no fue cubierto ni cuando estuvo en una larga baja y que contaba con menos personal que la Oficina del Español unipersonal que se le montó en Madrid a Toni Cantó. Salieron cimarrones los ministros y las ministras, como si se les hubiera mentado a la madre, embistiendo a los jueces. Descolló entre ellos el propio Bolaños, sulfuroso y vitriólico porque desde la «fachosfera» se ha osado mancillar el buen nombre de los Sánchez Gómez. El primer ministro de Justicia que se dedicada a apedrear a los jueces, quiso dejar claro que con el honor de la familia de su patrón no se juega, que todas las fatigas que el hermano y la mujer de Sánchez en los juzgados responden a una «cacería de la ultraderecha» y que se le debe pedir perdón al que ya se conoce como el 'Mozart extremeño'. Tras la renuncia de este, el Festival de Bayreuth, santo y seña de la música clásica en verano, medita seriamente suspender su próxima edición y la Scala de Milán duda si decreta una semana de luto.
El más explícito y vocinglero fue López (el segundo de los Óscares por orden de llegada al sanchismo) que trató de hacerle la permanente o el alisado brasileño a Peinado, dejándose de eufemismos pastaflora y acusando directamente al juez del caso Begoña de «prevaricador». Más trabajo para Isabel Perelló en el CGPJ. También acudieron a este aquelarre contra los jueces la portavoz Alegría (qué boda sin la tía Juana) o la vicepresidenta Montero, conformando los cuatro la vanguardia de la brigadilla ministerial en defensa de la honra de los familiares de su jefe. En cualquier organización civil, militar o mediopensionista, los miembros de una brigadilla de estas características serían calificados de tiralevitas, como si hubieran leído del tirón el 'Manuel práctico del perfecto pelota', de venta en todas las librerías.
Pero no nos detengamos en la intención aduladora de estos aprendices de quitamotas. Quedémonos con los destinatarios finales de su lastimera queja: los jueces, que cuando no les dan la razón se convierte en un agente más de la «fachosfera» del fango. Esa es la única razón por la que el sanchismo se ha puesto a la tarea de drenar de cara al futuro la carrera judicial, aumentando los jueces que, sin aprobar la oposición, llegan al juzgado a dedo. Se trata de mandar a los albañiles a Montesquieu y liquidar la separación de poderes. Si a esto unimos la okupación de todo el Estado (de lo público y lo privado), los arreones contra el legislativo («gobernaré con el Parlamento o sin él», Sánchez dixit) y las prebendas «singulares» a los socios del Frankenstein, se nos queda un panorama lo más parecido a Venezuela. Mañana mismo se almorzarán arepas en La Moncloa.
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