EL BATALLÓN
El 'Día de la Deuda'
Vive a crédito Sánchez en lo económico y también en lo moral, lo que es más grave y patético pues su principal acreedor es un tipo cobardica que huyó escondido en un maletero
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Como cada día tiene su afán, el 30 de noviembre fue el 'Día de la Deuda', la fecha que señala que en el erario no quedan más que telarañas y que todo lo que hayan de pagar las administraciones de aquí a fin de ... año será a crédito, aumentando exponencialmente así su déficit y su deuda. Lo que toda la vida de Dios se ha llamado «vivir de prestado»... y que luego habrá que devolver con sus respectivos intereses, todo bajo ese precepto tan genuinamente español que señala que «el que venga detrás que arree». España ya debe un 11 por ciento más de lo que vale, lo que supone un escenario ideal para el sanchismo, entregado a la tarea del manirroto que gasta lo que no tiene con la excusa de que está emprendiendo una labor mesiánica, casi providencial, aunque en realidad todo es una operación de corte estrictamente personal, de baño, masaje y perfumeo al Narciso de Tetuán, un ególatra de una pieza obsesionado en pasar a la historia, como fatuamente, y quizá según se atusaba el cabello, le confesó a un ministro cuando le fue a presentar en Moncloa su prematura dimisión tras ser empitonado por Hacienda. Resulta sorprendente que haya voces (muchas) supuestamente inteligentes que aún alaban su «astucia», que es como ensalzar los trajines del trilero que te va a engañar y que juega con reglas propias.
Vive a crédito Sánchez en lo económico y también en lo moral, lo que sin duda es más grave y patético pues su principal acreedor es un cobardica que escapó de la Justicia escondido en un maletero y que abrió apostadero en Waterloo, un sujeto que le maneja a su antojo, de aquí a Ginebra o dónde haga falta, que le va poniendo condiciones, a cada cual más humillante, para renovar su alquiler de La Moncloa. A Sánchez no le importa arrastrarse pues tiene el trasero pelao de tanto arrastralo por el zarzal, de degradarse a sí mismo, de asumir tan campante el descrédito personal y la autodinamitación de su palabra a base de mentiras que lanza como bombas de racimo. Luego dice que ha cambiado de opinión y ya está, hasta el próximo embuste. Allá él con hacer papilla su ética, el problema es que arrastra con él a España, que es la que de verdad se humilla. Puigdemont va girándole las letras del préstamo y él va trampeando como puede a costa de menguar la fortaleza del Estado, a merced de un prófugo de la Justicia. El último oprobio es hablar como si tal cosa del «verificador» que fijará las condiciones de la rendición de España. ¿Cabe mayor vergüenza, mayor baldón para la imagen exterior de la democracia española?
Sí, sin duda. Mañana, cuando su recadero Cerdán se reúna en el extranjero con el adelantado que designe el golpista para hablar del futuro de España, la fortaleza del Estado recibirá un golpe definitivo, degollina que se irá consolidando cuando asuma el 'lawfare' contra los jueces no adictos al nuevo régimen y el nacimiento de dos, tres o las naciones que hagan falta para que él siga en La Moncloa. Será entonces cuando llegue el auténtico 'Día de la Deuda', el que convierta al Estado de derecho en un moroso de quienes persiguen, según han confesado, su destrucción.
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