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casa de fieras

El honor como modo de vida

Pérez de los Cobos fue parte fundamental de lo que garantizaba la igualdad de los españoles

Cuando no se quiere ver

Teléfonos desechables

Alfonso J. Ussía

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Llegué al Lar de Domingo, ubicado en el Pardo, preocupado por si me retrasaba. Madrid en diciembre es siempre un viernes. En el parking del restaurante me topé con la realidad. Debía celebrarse una boda, pensé. No cabía un coche más. El aparcamiento estaba lleno. ... También el segundo e incluso un tercero, escondido entre veredas y traviesas que usan los jabalíes de este monte bajo de encina y cielo velazqueño. La cita no era baladí. Se celebraba un homenaje que, en realidad, era una declaración de respeto. Como si todos los que acudíamos pretendiéramos contagiarnos un poco más de Diego. Como si teniéndole más cerca se nos pegaran un poco sus maneras, sus impecables formas o su sincera disposición de hacernos mejores. Porque al final se trata de eso. De rodearte de los que admiras para ser menos como tú y más como él, en este caso. Durante el aperitivo previo a la comida me di cuenta de la envergadura del momento. El exministro Corcuera, los fiscales del llamado 'Procés', el exministro Fernández Díaz, los cuatro últimos directores adjuntos operativos de la Guardia Civil, la presidenta de la Asociación Víctimas del Terrorismo, el que fuera jefe de gabinete del ministro Rubalcaba, Gregorio Martínez; el juez Peinado, el coronel Manolo Sánchez Corbi, el director de la Policía Nacional, los abogados del coronel, tanto en ese 8-0 (recursos ganados por el coronel en el Tribunal Supremo) y que ha situado a Marlaska en el ostracismo de la indecencia, y los que le representaron cuando tuvo que defenderse en Vizcaya de los que pegaban tiros en la nuca y estallaban con amonal a compañeros, a periodistas, a mujeres o niños. Y así hasta más de 400 personas que no quisieron faltar a la llamada de un hombre noble, leal, honesto y, sobre todo, valiente. Pero más que hablar de todos los que estaban, fue un momento especial para recordar a los que no estaban. Porque allí no había pesebres ni ambigüedades. Ni rastro de traidores ni de chatarreros de la moral. Allí lo que había era un grupo de personas, de funcionarios públicos y miembros de la sociedad civil, que han sido determinantes en el mantenimiento del orden constitucional y de la libertad. Porque en los momentos más delicados de nuestra memoria reciente, es decir, cuando ETA mataba y cuando en Cataluña se produjo ese golpe de Estado chapucero, cobarde y de maletero a Waterloo, el coronel Pérez de los Cobos fue parte fundamental de todo lo que garantizaba la igualdad y los derechos de los españoles. Porque, primero en el GAR, después en el Servicio de Información de la Guardia Civil, luego en la Dirección General de Seguridad y en la Comandancia de Madrid, la vida de Diego ha estado siempre ordenada en un solo significado: el honor como modo de vida. Y es ese honor el que sostiene un país como España cuando de verdad las cosas se tuercen. El precio a pagar ha sido muy alto. Nadie mejor que él lo sabe. Aunque debe ser un verdadero orgullo saber que los malos te odian. El tiempo le demostrará, otra vez, que nunca estuvo en lado incorrecto de la historia. Gracias, Diego.

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