casa de fieras
La erección afectiva
Nos quieren aparte, en otro grupo, en otra raza si pudiera ser
Jarabe de neurona
La memoria infantil de ETA
Publicaba 'El País' esta semana un artículo titulado 'Cuando excitarse no tiene nada que ver con el sexo: así funcionan las erecciones afectivas', que me tiene loco. Un extracto de tamaña obra de investigación decía así: «Mi chico tiene una erección cada vez que le ... hago su sándwich preferido. No hablo de uno normal, sino uno de carne, queso provolone, mostaza estilo deli, tomates, cebolla y chucrut en pan de centeno tostado. Es una viagra inmediata». El artículo, firmado por la periodista Marita Alonso, comenzaba de esta guisa: «En un mundo coitocentrista, falocentrista, todavía machista e hipersexualizado, la erección representa (en diversos planos, ideologías y arquitecturas mentales) algo muy parecido al triunfo». Es divertido leer a según qué personajes escribiendo sobre erecciones. Uno no sabe si este matriarcado impuesto desde la izquierda va en serio o en broma, pero desde luego que, si realmente pudieran, a todos nos cortarían el trípode. Para apoyar esta tesis reveladora, la periodista pregunta a Valerie Tasso, escritora y embajadora en España de Lelo, una empresa sueca de juguetes sexuales para mujeres. Dice la afamada experta en erecciones que «si alguien abraza a un amigo y nota, por la posición cercana a él que tiene durante el abrazo, que su pene empieza a erguirse, puede darse simplemente que la erección se deba al calor que el cuerpo desprende sobre su miembro, que hace aumentar el riego sanguíneo sin que se haya activado ningún deseo sexual». Vamos que, básicamente, para llegar a una conclusión sobre las erecciones, una vendedora de vibradores femeninos tiene el cuajo de decirnos a los hombres que si nos abrazamos con un colega, un mate, con uno de los nuestros, es muy posible que tengamos una erección afectiva sin deseo sexual. Es tal la obsesión del matriarcado de atacar a los hombres que ahora resulta que vamos por ahí, caminando por la vida empalmándonos cada vez que nos rozamos con un amigo. Nos quieren aparte, en otro grupo, en otra raza si pudiera ser. Ya no es que sea delito que te gusten las mujeres, un verdadero acto de machismo y de patriarcado 'falocentrista' como explica el artículo, sino que verdaderamente han venido a contarnos que los tíos tenemos erecciones con amigos, con sándwiches de chucrut y con el calor que nos produce en el cuerpo abrazar a nuestra abuela. Nos hablan de igualdad, pero en realidad odian a la mitad de la población. No sólo eso: odian el sexo, al cuerpo masculino, al erotismo... Pero lo más divertido es que se asemejan de manera natural a aquellas viejas de las películas del Oeste que echaban del pueblo a la prostituta que perturbaba la fidelidad de sus alcobas. Esta deriva en la que el feminismo radical opera es el mayor acto de desigualdad que recuerdo desde que Gadafi viajaba con un séquito de vírgenes asesinas denominado «guardia amazónica». Pero de eso va la vaina, de poder tergiversar la naturaleza humana hasta tal punto, que nos dé vergüenza a los hombres sentir deseo. «Yo me quité la corbata. Ella se quitó el vestido. Yo el cinturón con revólver. Ella sus cuatro corpiños…». Esos versos por los que Lorca habría sido lapidado por las feministas disfrazadas de 'La vida de Brian'.
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