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La Alberca

Sánchez también engaña a su partido

Los estatutos del Congreso de Sevilla obligan a hacer primarias, pero los ha incumplido con la tinta aún fresca

El fútbol podrido

Te voy a hacer una autocrítica

Alberto García Reyes

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El dedazo de Sánchez contra los rebeldes o los perdedores de su partido se ve desde el cristal de sus propagandistas como un audaz giro estratégico para que el PSOE recupere el poder territorial. No entraremos en el análisis de tan sublime perspicacia sanchista ... porque habría que recordar a sus pregoneros y activistas de plató que lo que tan ingeniosamente pretende recuperar es lo que él mismo había perdido. Pero sí es pertinente leer en voz alta a estos divulgadores de la divina gracia sanchista lo que su amado líder ha dejado escrito en los estatutos del Congreso Federal celebrado en Sevilla, donde ahora fulmina a Juan Espadas usando más el puño que la rosa. En el reglamento aprobado por el PSOE hace apenas un mes pone esto: «Todos los procesos de primarias, en todos los niveles de la organización, deberán regirse por normas análogas que favorezcan la presentación de candidaturas y velen por la igualdad de medios y recursos, la imparcialidad de la organización, la libertad y la transparencia durante el proceso». ¡La imparcialidad de la organización! Sin detenerse a pensar mucho se pueden sacar dos conclusiones flagrantes: que Sánchez engaña a sus compañeros de partido con la misma naturalidad que a los españoles y que los papeles que firma nunca le comprometen. Apenas un mes después de aprobar este texto sobre las primarias, la importancia de la democracia interna en los partidos y demás chatarra dialéctica, con la tinta aún fresca, ha colocado a su pretoriano Óscar López en Madrid, se ha cargado a Tudanca y a Juan Espadas y ha practicado un dedazo especialmente descarado en Andalucía con su ministra María Jesús Montero. Y sus propagandistas, tan encendidos con las decisiones de mesa camilla en los partidos rivales, nos lo intentan vender como una magistral maniobra interna, sin rubor, mientras festejan delante del Guernica la muerte de Franco en la cama.

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