la alberca
El mascarillazo
Según la ministra, para ponernos la mascarilla no somos autónomos pero para darnos una autobaja laboral, sí
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La gripe no vota. Tarda en curarse siete días en un centro de salud público y una semana en uno privado. Es decir, tarda igual en un hospital que en un bar. Para el catarro, el jarro. Pero el uso político de la sanidad es ... mucho más tabernario que el vaso de tubo como analgésico. Que se fomente la confrontación entre administraciones de distinto color por los trenes o por la financiación puede ser incluso entretenido, pero que se haga eso con la salud de la gente... Este es un país políticamente enfermo. La ministra Mónica García, que es tan sanitaria como sectaria, nos impone la mascarilla a la vez que se quita su máscara. Las comunidades le echaron para atrás la medida porque se había saltado el procedimiento, por las formas, no por el fondo de la cuestión, y su reacción ha desvelado su natural condición caciquil: si no se aprueba por la vía democrática, se impone. Todavía no hemos resuelto el gran dilema nacional sobre este asunto, que es crucial para reglamentarlo: ¿la mascarilla es liberal, conservadora, progresista, comunista...? Hasta que este detalle no esté claro no se resolverán las disputas administrativas. Pero mientras los altos cargos lo discuten en su burbuja, los españoles nos la ponemos voluntariamente en temporada alta de virus, no vaya a ser que entre porfía y porfía de los comités oficiales pillemos una bilateral de esas que despegan la carne de las costillas. El enfermo de riesgo no va a esperar a que le ordenen nada, que ya se lo ordena su sistema inmunitario. Pero el sentido común tiene un guardarropa en la puerta de los ministerios. Parece que hay que dejárselo a los ujieres antes de entrar.
Esto de que el Estado decida que tenemos que ponernos la mascarilla y al mismo tiempo nos deje decidir si cogemos una baja de tres días es rocambolesco. ¿Para usar la mascarilla no somos autónomos y para darnos una autobaja laboral sí? Vayamos directamente al nervio. Estas decisiones no son ideológicas ni técnicas, son de estricta conveniencia política. El sistema de bajas laborales de corta duración que plantea la ministra, usando la coartada de que ya se aplica en otros países, no es más que el reconocimiento de que no hay suficientes facultativos para tramitarlas y, para que baje la presión en los centros de salud y la estadística blanquee su gestión, aunque las competencias sean de cada comunidad, ha decidido transferir ese trámite al propio usuario. De la picaresca hablaremos otro día, que como dice el Yuyu de Cádiz, «el tío que inventó los días de asuntos propios es una mente privilegiada». La de virasis de tres días que van a descubrir ahora los científicos. Pero incluso si todo el mundo fuese un santo y se diera la autobaja con honradez, o todo el mundo tuviese sentido común y se pusiese la mascarilla cuando sube el pico de incidencia, lo que propone Mónica García es una contradicción muy basta con respecto a lo que impone. ¿Estamos a setas o a rolex? Esa es la madre del cordero. Que no hay nivel. Que España tose porque hace más frío en los edificios oficiales que en la calle.