casa de fieras
La verdad de la mentira
Si la cosa sigue por el camino del foro, podremos comenzar a tener alguna que otra adicción a la verdad
Es cosa de mayores (10/11/23)
Un abrazo roto (4/11/23)
Es cosa de necios conocer la verdad de todo. Dijo Jean Cocteau, «soy una mentira que dice la verdad». Un médico, por ejemplo, qué necesidad tiene de decir la verdad cuando puede esconderse en medias verdades o mentiras completas para hacer más agradable su lunes ... por la mañana. –Usted está fenomenal, amigo. Tan sólo es un resfriado continuo, un alargado constipado que se ha puesto cómodo en su garganta. Luego resulta que era un cáncer de pulmón en fase cuatro, pero que le quiten lo bailao, si total. Llegaba el hombre preocupado, un dolor de muelas con principio de infección a los vasos sanguíneos. –Es probable que se quedara el resto de una patata frita y eso le provoque alguna molestia. Ya sabe que ahora vencen las crujientes. No se preocupe que no es nada. Y en nada quedó finado. –Buenas tardes agente, ¿usted cree que la carretera está cortada por el mal tiempo? Qué va, circule usted tranquila que está limpia como una patena. Ya se imaginan lo que viene detrás de la curva. Tampoco hay que exagerar, todos hemos dicho alguna que otra mentira, muy especialmente al cura que nos confesaba los primeros pensamientos de madurez. Era un truco aquello de arrepentirse también de los que uno no se acordaba, aunque permaneciera en la mente intacto el desliz olvidado. Eso decía Oscar Wilde, «si uno dice la verdad, tarde o temprano será descubierto».
En esas estamos, son días llenos de una niebla perezosa que ni viene ni va. Si la cosa sigue por el camino del foro, podremos comenzar a tener alguna que otra adicción a la verdad y entonces la cosa se nos iría de las manos. Recuerdo la película de Jim Carrey, 'Mentiroso Compulsivo', en la que el deseo de su hijo soplando las velas cobraba vida metiendo en vereda al padre patológico. El efecto le impedía abrir la boca si no era para decir verdades a secas, hasta metiéndole en atolladeros con un mendigo al que dejaba de maltratar. Todo él se esfuerza para seguir en el camino del engaño, pero una fuerza mayor no le permite abrir la boca si no es para ser sincero y honesto. Pienso que como todo en la vida parece ser cíclico, si seguimos por este camino terminaremos como Fletcher Reede en la película y, de pronto, nos veremos envueltos en una sociedad asombrosamente cruda, en la que ni siquiera el tacto podrá protegernos de la crudeza que revela en ocasiones la realidad. Puede que no haga falta llegar a ninguno de los dos extremos. Aunque parezca una locura en estos tiempos de muros, en el centro nos encontramos todos, por muy sinceros o mentirosos que sean en las lindes los puros. Nadie lo es del todo. Ni para un lado ni para el otro. Así que de la misma forma que el médico te dice que sí, que está jodido pero que lo intentará arreglar, el dentista te avisa que, si no te saca la muela, la cosa se complicará del todo, o el policía que mejor te quedes en casa, no cambiemos tanto de opinión, como trileros sedientos de aplausos, y seamos más anchos, en definitiva, más de nosotros mismos.
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