casa de fieras
Mis pequeños adictos
Lo mejor es que podemos comprar el móvil en cualquier tienda o centro comercial, porque es una droga que se vende con código de barras
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Tengo serias dudas sobre cuáles serán los regalos adecuados para mis hijos esta Navidad, que ya asoma entre el frío de la sierra y las luces encendidas. El mayor, de trece años, tiene la edad suficiente para que me acompañe a la Cañada Real y ... lo elija él mismo. Dudaba entre cien gramos de marihuana o dos o tres papelas de cocaína pura. Prefiero la segunda opción, porque además de abultar menos apenas huele. Será un acierto para que los vecinos no protesten por el olor y para que la nevera no sufra un éxodo de alimentos cuando el chaval tenga que saciarse al bajarse del globo. Él es muy de emprender, así que otra de las opciones que manejamos su madre y yo, es la de conseguirle un bidón y pedir por internet una pizca de fenetil, otro poco de propanamida y una migaja de piperidinil, para que el chico se haga sus reservas de fentanilo, y estirar el regalo de Navidad hasta el mes de abril. Seguro que el repartidor de Bezos no pone pegas en la entrega; cosas de la globalización. Aunque puede que consigamos en cualquier farmacia las piruletas de fenta y así no convierte su cuarto en una embajada del cártel del Golfo. A él, en definitiva, lo tenemos cubierto: o marihuana, o cocaína o fentanilo. A mi hija, que tiene diez años, le encanta la música. Por esa razón no tenemos dudas de que su regalo ideal será un puñado de pastillas de éxtasis. Al principio barajamos lo del MDMA, pero una madre del cole nos ha dicho que tiene un sabor pésimo y, ante todo, queremos que nuestra pequeña disfrute horas bailando encerradita en su cuarto sin dar la lata. Después de darle muchas vueltas estoy seguro de que, no solo soy un buen padre, sino que mis hijos, que son mis amigos porque es lo que se lleva ahora, me estarán eternamente agradecidos. Por eso les digo 'bro'.
Otra opción, aunque no me convence un pelo, es la de regalarles un teléfono móvil o una tableta de esas que despachan en rosa o azul como si fuera una cuna de neonatos. Tendría que dar acceso a la red wifi de casa y poco más. Ya se apañarían ellos para engancharse a las redes sociales, que además ni huelen, ni atacan, ni les deja la patata hecha un siete. Tan sólo les dejará embobados, buscarán estímulos compulsivamente, dejarán de ser adultos a golpe de vista y, con suerte, se ahogarán en una soledad perturbadora con un complejo de pobre que no lo revertirá ni el mismísimo López Ibor. Pero, qué me dicen del tiempo que ganaremos su madre y yo. Lo mejor es que podemos comprarlo en cualquier tienda o centro comercial, porque es una droga que se vende con código de barras. Algo cara, sí, pero es un billete de ida sin escalas a la desgracia. Libros, aire libre, deportes, juegos de mesa…; no seas facha, A J, cómo dejarles fuera si todos sus iguales tienen móvil. Pero siendo previsores y puestos a regarles una droga, que no nos suba la factura de la luz, ¿no?
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