casa de fieras

El fin de la casualidad

No todas las revoluciones han sido para mejorar la vida de las personas sino, más bien, para empeorarlas

De zorras, maricones y canciones

Merece la pena equivocarse

Últimamente le doy vueltas a eso de las casualidades. Me impresiona mucho más lo que no ocurre, lo que no pasa, por poco, por mucho, pero que no acaba de producirse. Es un universo paralelo lleno de las cosas que pudieron ser pero que por ... un cúmulo de circunstancias no terminaron de suceder. Ahí transitan los otros yoes, como espectros de uno mismo que arrastran la vida que les tocó vivir por algo que no terminó de cuadrar en esto de las casualidades. Muchas veces pensamos, cuando nos encontramos con alguien por la calle, en la suerte o la pena de habernos cruzado con esa persona. Sin embargo, cuántas veces no ocurre por muy poco, como si por un par de segundos la vida te hubiera llevado a otro sitio completamente distinto del que estás, mejor o peor, eso es lo de menos. Creo que la casualidad es lo inevitable, y ciertamente, eso tiene bien poco de casual. Ahora la humanidad está en riesgo de perder esa aventura que es la vida, por unas gafas que están a la venta en Estados Unidos y que pronto cruzarán el charco para volvernos a todos gilipollas: las Vision Pro.

De los creadores de voy a volver a las personas yonquis de la pantalla y el móvil, llega ahora este magnífico artilugio en el que, supuestamente, vas integrando el mundo virtual en el mundo real. Por el módico precio de 3.500 dólares, las calles de América se van llenado de espectros que mueven sus brazos seleccionando aplicaciones que aparecen en tu nuevo horizonte empantallado. Es la revolución digital dicen, pero claro, no todas las revoluciones han sido para mejorar la vida de las personas sino, más bien, para empeorarlas. Lo llaman la realidad mixta, que viene a ser lo mismo que aislarse un poco más si cabe en ese mundo digital que nos aleja del mundo real y que sólo sirve para que tus datos generen mucha viruta a los traficantes de información privada. Es el fin de la civilización, pero lo peor de todo es que estamos pagando por ello, como si además de pedir que nos cortaran la cabeza le diéramos una buena propina al verdugo antes de soltar la cuchilla.

Nueva York ha tomado la iniciativa de acabar con esta senda de realidad mixta que iniciaron las redes sociales por «alimentar la crisis de salud mental juvenil». La denuncia sostiene que las tecnológicas manipulan y crean adicción intencionadamente a los usuarios más jóvenes. Pero se quedan fuera los adultos, quienes están igualmente enganchados al mundo artificial y para quienes los camellos de esta nueva realidad han diseñado esas gafas. Olvídense ya de esos encuentros casuales, esos cinco segundos en los que casi sucede algo que le hubieran cambiado la vida. Quizá, a partir de ahora, esos encuentros casuales se produzcan porque unos y otros tropiecen haciendo gestos por la calle mientras miran hacia arriba o les atropella un coche. Todas esas vidas que pudimos tener, ese universo repleto de lo que casi fuimos, será sustituido por la sala de espera de una clínica psiquiátrica que nos devuelva a la normalidad. Siendo optimistas.

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