casa de fieras

Cuento de hadas

Cada noche al terminar los quehaceres de la granja, sus padres, tíos y el resto de familiares, se bebían a destajo los barriles de pintas

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Se nos ha ido Shane Macgowan y, a veces, uno piensa que se iba demasiado tarde, cuando en realidad lo ha hecho demasiado pronto. Su vida fue la consecuencia de un tiempo distinto, salvaje, áspero, tradicional, un tiempo en el que las cosas venían ... repitiéndose de generación en generación bajo una 'woolcap flat' y un litro de cerveza negra de biberón. De los mil verdes de Pembury, se hizo niño en la aldea de Carney, y se saltó la adolescencia para hacerse viejo de golpe en el Londres de los años setenta. De sus años imberbes le quedó impregnada la música tradicional irlandesa, pues cada noche al terminar los quehaceres de la granja donde vivía, sus padres, tíos y el resto de familiares, se bebían a destajo los barriles de pintas, celebrando un día más de vida entre el humo de cigarros, acordes de violines, 'bouzoukis', guitarras y acordeones de botones, hasta que los cuerpos se desparramaran contra el suelo. Su tía le compraba tabaco con seis años, y él, calada tras calada y sorbo a sorbo fue sorteando como pudo aquello de hacerse mayor en las normas desordenadas de ser punky sin pretenderlo.

Conoció a Sid Vicius en los inicios de los Sex Pistols en Denmark Street. A diferencia del bajista, a Shane Macgowan le brotaba el talento por los poros de la piel. Fue tan distinto, que de niño quisieron que fuera sacerdote o algo que le alejara del bucle de alcohol y heno en el que se movían sus iguales, aunque ya era demasiado tarde. Ellos habían sido su trampa y su condena, pero también su magia y escuela. Esa mudanza al Londres de la eclosión fue el destino marcado del que ya no podría escapar nunca. En 1982 fundó la banda 'The Pogues', el emblemático grupo de punk que soltaba versos melódicos como 'Got on a lucky one, came in eighteen to one, I've got a feeling, this year's for me and you', porque daba lo mismo hacer un villancico en el fango que en el cielo, pues su sinrazón era probablemente esa: tener la capacidad de ser un poeta mientras por dentro se pudría. La vida, la suya, es la historia de una desgracia, la de venir de un costumbrismo criminal de viejo teniendo el don de la ternura, que diría Raymond Carver. Y quizá, por ese mismo motivo, Shane se ha muerto a la edad de jubilación, pues para qué seguir si uno no puede hacerlo como quiere.

Cuando un músico se despide, cuando un escritor expira, suelo tener la mala costumbre de recuperarlo en forma de canción o releyendo sus libros. Es una forma de aguantar el duelo de otra forma, manteniéndole vivo, como tratando que se quede un poco más o dejando que resuenen sus mejores momentos en mi cabeza por más tiempo. Es la mejor manera de entender esto de morirse cuando te han regalado tanto. Por eso hoy, a las puertas de Navidad, qué mejor forma de recordarle que poniendo 'Fairy tale of New York' e intentar que se quede un rato más largo por aquí.

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