lente de aumento
Váyase, señor Sánchez
Necesitamos una oposición que no se aturda a cada requiebro fullero del monclovita y su rimero de hipocresías
Doña Sofía y los bárbaros
Broncano, dinero y sexo
Mentir es cosa agotadora. Exige, además, una memoria prodigiosa para que la falacia primigenia no quede al descubierto por los sucesivos requiebros de esa bola de nieve que desciende por la ladera de la moralidad. Mentir cansa a Sánchez, pasea careto exangüe, y por eso, ... por darse un respiro, lo convierte en un cambio de opinión, porque a eso tenemos derecho todos.
Sucede que creo que, además de reventado, también está confiado. Por ahí su rictus viaja de la incómoda arruga a la sonrisa soberbia. Sus mentiras están en la mesa de operaciones de la UCO y espero que no encuentre amparo en las faldas de un fiscal tan obediente como deficiente.
La soberbia, la displicencia con la que reviste sus comparecencias públicas, siempre a prudente distancia de sus gobernados, es un rasgo que convierte en hipérbole la tantas veces atribuida a Aznar. Sánchez no nos quiere, eso ha quedado demostrado en cada gesto, en cada fuga, en esa empalagosa carta, en todas y cada una de sus decisiones. El suyo no es el malquerer del que decide por los demás lo que es mejor para todos porque eso supondría una errada pero loable vocación de servicio. Se altanería emana precisamente del reconocimiento íntimo de su bajeza. Sabe lo que es, hasta dónde llega, y ahí arrumba la modestia para entregarse a la altivez. Un «no os necesito porque soy el number one», o el 1 en nomenclatura koldiana.
Él no se tiene que entender con los ciudadanos sino con sus socios, comerciar con ellos en el 'top manta' de la piel de toro hecha jirones. Cuando sus heraldos, y sus críticos, repiten como ensalmo su capacidad para sobrevolar la ética para chapotear en los 'cambios de opinión' conocidos por la grey como mentiras obvian que sin moral, que no la tiene, no hay mérito alguno. Por eso la arrogancia, la displicencia, el ya pero yo sigo aquí, y así hasta 2027, porque ya ha quedado prístino que su extrema debilidad es la fortaleza de sus socios. Así, acorralado y con tufo a corruptelas, es donde lo quieren y lo tienen. No hay mayor baraka para la recua de socios convertidos en sostén y caseros de un hombre entregado a una sola misión: su yo. Así, cuando además a su onanismo político se une una capacidad de embrujo de parte de la ciudadanía, la justa para seguir aritméticamente tirando.
Lo que uno espera es que la oposición entienda que debe seducir al votante, convencerlo de que tiene proyecto y el coraje de aplicarlo, que cuenta con hombre y mujeres dispuestos a dar la batalla con la violencia dialéctica y la pasión que el embate merece, sin complejos, sin miedo, porque quizás ahora el único posible es el «váyase, señor Sánchez». Una oposición que no se aturda a cada requiebro fullero del monclovita y no le tiemblen las canillas cuando Sánchez despliegue su rimero de hipocresías. Atentos que se viene un clásico: genuflexo ante ETA, con la fusta alzada contra la Iglesia católica. Ya se oyen voces de pueblo sobrecogido.
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