LENTE DE AUMENTO
38 segundos de vuestra ira
En la era de los garrotazos, es normal que a los odiadores de trinchera les baste con el título de un artículo para cagarse en tus muertos
Sánchez, eres un corrupto
Furgonetas con mierda
Unos 38 segundos es el primer vistazo al móvil. 38 segundos, un «espera, cariño, te llamo luego que ahora no puedo». Pasa una eternidad hasta que de verdad me acuerdo de que me comprometí a hacerlo.
38 segundos dan para un vistazo mañanero a ... los titulares en la ‘home’ de abc.es, apenas un momento.
En 38 segundos, más o menos, me tomo mi primer café, fuerte, intenso, sin azúcar.
Empleo 38 segundos, muy poco más y no exagero, en cenar un yogur con frutos secos. Y se me hace eterno pensar que Teresa tiene toda la razón, que engullir no es bueno. Y, vale, 38 segundos después me digo pa’ mis adentros que mañana sin falta me pongo a ello.
38 segundos en lavarme los dientes, infinitamente menos, lo sé, de lo que recomienda el Colegio Oficial de Odontología.
38 segundos la llamada de Sele: «Corre, papá ha tenido un infarto».
38 segundos para musitar malamente la salve marinera ante su féretro.
38 segundos en arrepentirme de mi última salida del tiesto y decir luego: «Amigo, de verdad que lo siento».
38 segundos, algunos menos, en tratar de recordar cuándo fue la última vez que nos dijimos «tenemos que quedar, que hace una eternidad. Te llamo y comemos».
38 segundos más en maldecir la pésima memoria que tengo y 38 en apuntar un tema en el cuaderno, consciente de que con mi letra del infierno tardaré horas en descifrar qué carajo puse por no tomarme un pelín más de tiempo.
38 segundos, en realidad muchos menos, para perder el boli, el mechero o las gafas que, milagrosamente, siempre recupero.
Y 38 segundos los que tardé en domeñar mi estúpido ego de plumilla henchido tras ver que mi columna ‘Sánchez, eres un corrupto’ fue la más leída el pasado jueves en la web de ABC. Porque 38 segundos es el tiempo de media que perdieron los (presuntos) lectores leyéndola. Porque les bastaron 38 segundos para decirse «¿qué hago leyendo semejante libelo?». Y dejar de hacerlo.
Menos de 38 segundos dedicaron algunos a celebrar mis argumentos y, los más, a cagarse en mis muertos. Tardé eso en convencerme de que tenían el tiempo justo para llamarme facha, nazi, periodistucho y malnacido y no perder ni un segundo más en leer a un «miserable que vomita en un panfleto».
Envidio esa capacidad de síntesis. Y, además, los entiendo. En estos tiempos artillados no estamos para perder ni un segundo, y esos 38 dan para teclear un turbión de desprecios eternos.
Por eso, porque valoro su tiempo, gracias por dedicar 38 segundos de su ira al garrotazo goyesco, tan patrio, tan nuestro.
Qué inmerecido privilegio.
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