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lente de aumento

Sánchez, lástima de Pimpinela

Hay más verdad en un «juez Peinado, ¿qué quiere que le diga? Bego es mi esposa, no me quedaba otra»

La ejecución pública de Rodolfo Sancho

Gangrena sanchista

Agustín Pery

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«Es mi esposa». Tres palabras proferidas ante un juez para justificar lo injustificable sin recurrir a lo obvio: el nepotismo caciquil monclovita. Unas comillas que permiten fabular algo más que, a mi juicio, revela mucho y más allá del meandro legal que sirvió ... al presidente zafarse del interrogatorio judicial. Imaginemos que añadimos por delante un 'pero'. Sería más verdad que las cartas de amor instrumentales o las giras por televisiones amigas y hasta hubiera permitido a sus heraldos para sacar los pies del fango servil. Una conjunción adversativa que advertiría al magistrado que a Pedro Sánchez no le quedó otra, que concedió a Begoña aquello que le pidió o que, ya puestos, necesitaba dopar el currículum de su mujer hasta las nuevas cuotas alcanzadas por él: tener una esposa a la altura profesional recién alcanzada por su marido. Porque si él es el presidente, ella no podía ser la reclutadora de petos para ONG's en una empresa de marketing. Quizá porque es lo mínimo que le debía después de haberle acompañado en unos ascensos que se demoraban y hasta le consiguió unos trabajillos cuando Pedro era solo un tal Sánchez.

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