lente de aumento
Protejan a los jueces
Los togados no tienen nada que temer. Cuentan con el apoyo del Gobierno, de las instituciones, el aliento ciudadano y el abrazo cómplice de los políticos ¿no?
Bildu ya ha ganado
Tenemos una pedrada
Imagino que andaría buceando entre mil legajos, un festín de pósit de colores: verde, repasar; rojo, urgente; amarillo, preguntar... Levantó la cabeza al segundo: «Perdón, señoría, es importante». Seguramente ni disimuló la mirada en paralipsis, «un dime, ¿qué ocurre?» que es en realidad un «venga, ... ahora no, con tantas interrupciones, no hay manera de sacar el trabajo». «Ha llegado un paquete», dice el funcionario que le interrumpe. Como siempre, piensa, a cada momento, más desde que en el Juzgado 1 de instrucción de Barcelona instruye asuntos tan mediáticos como complejos, ese festín de penas de telediario. Pero atiende al llamado porque la voz apoyada en el dintel tiembla, el rostro pálido y desencajado. No es un oficio sobre el asunto de la injerencia rusa en el procés, tampoco sobre Negreira y sus soldadas blaugranas. «Don Joaquín, parece un paquete bomba».
Pudo ser así como ahora fabulo. Seguro que Joaquín Aguirre se levantó, siguió al oficial del juzgado y llamó a los Mossos. Todo lo demás ya lo saben porque se lo han podido leer a mi compañero Javier Chicote en las páginas de este periódico.
También que el titular de uno de los juzgados claves en desbrozar la maraña que tejen 'indepes', agentes de Putin y vayan ustedes a saber quienes más –ya saben que el mal anda en comandita y los héroes deambulan en soledad– ha pedido llevar escoltas. Y no por capricho, sino porque no sabe pero sí siente que ese chusco aparato en forma de bomba puede ser una broma, una coña sin puñetera gracia de un fanático 'blaugrana al veeent…'. O, la cabeza de caballo en la mesa invadida por los sumarios que colonizan el juzgado. No lo sabe. No lo necesita. De eso se ocupan otros. O deberían. Pero Aguirre duda, porque los ve más molestos que curiosos, «juez, si se ve a la legua, que es un termostato y no un temporizador. No se preocupe, le hacemos un informe para que se quede tranquilo».
Aquí, el que teclea y sigue fabulando, piensa que quien debe estar tranquilo no es sólo el juez sino, mucho más, los ciudadanos a quienes sirven y protegen los togados porque «para que todo funcione, para que podamos caminar por la calle con la frente alta, la espalda recta y alguna esperanza, basta con que la justicia no pierda».
La frase no es mía. Ojalá. Es de Roberto Saviano, que en su novela 'Todos los valientes mueren solos' se la atribuye al fiscal antimafia Giovanni Falcone, apenas unos años antes de que 'U curtu' ordenara asesinarlo con un coche-bomba que también se cobraría la vida de su mujer y los guardaespaldas que lo protegían de la guadaña mafiosa.
Seguro que, como fabulo, esto es una hipérbole absurda porque los jueces no tienen nada que temer, claro. Cómo asustarse cuando cuentan con el apoyo del Gobierno, de las instituciones, el aliento ciudadano y el abrazo cómplice de los políticos.
Abran el paquete. Es una broma pesada. Por ahora.
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