lente de aumento
Pallete ya no me sirve, que pase el siguiente
El defenestrado presidente de Telefónica no entendió que Sánchez juzga el valor que aportas al país por el servicio que prestas a su 'conducator'
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Oye, ¿sabes de qué murió Franco?
Dicen los que saben que Álvarez-Pallete no lo vio venir, no con la virulencia con la que se afiló el hacha para su decapitación. Aturdido desde su viaje al desierto saudí para conocer a esos accionistas de cuyo desembarco tampoco se coscó, era como ... un reo en el corredor de la muerte, intentando desesperadamente apelar a cualquier puerta, de pino o de caoba, que viera entreabierta para revertir su subida al cadalso.
La suya ha sido una agonía todo menos lenta. Fulminante no por una repentina humanidad de su ejecutor sino porque precisamente el tiempo es algo que corre en contra de Sánchez. Necesita tener todo atado para que nada ni nadie pueda ser ni ejercer de contrapoder, la kryptonita del autócrata.
Pallete era demasiado confiado, demasiado técnico. Creía inocentemente que el aprobar el examen de buen gestor radica en cómo gestiona la compañía que preside, los resultados que aporta a sus accionistas, la capacidad de crear valor y apuntalar la posición de Telefónica en el mercado doméstico e internacional. Que sería el mercado quien lo encumbrara o defenestrara. Lo dicho, un iluso. La España que ha emergido con el sanchismo abomina de este tipo de perfiles. Su tiempo ya pasó porque el rédito que se busca no es el de la cuenta de resultados. No se te juzga por el valor que creas sino por el servicio que prestas al 'conducator', al amo de la finca. La estatalización que padecemos, vertiginosa en su aplicación en todos los ámbitos, confirma que Pedro Sánchez hará todo lo pueda, aunque no debiera por amoral o incluso ilegal, para afianzar un poder absoluto que convierta en mero trámite eso de celebrar elecciones o sentarse en un banquillo. Lo controla todo, y sólo quedan pequeños focos de resistencia, cada vez menores porque el miedo cunde en todos los órdenes, no digamos en el parqué del Ibex.
Pallete se quedó solo porque no servía a los intereses de un presidente que debió de barruntar en el jergón de Palacio: «A mí lo de Ferrovial no me vuelve a pasar. Ante cualquier conato de rebelión, nacionalizamos». El mensaje está mandado. Los que han permitido con su tacticismo habitual el ascenso de Murtra serían, además de unos hipócritas, unos necios si creen que la glotonería de Sánchez se va a saciar con Telefónica. Los banqueros que le hacen carantoñas 'woke', quienes le acarician el oído mientras aferran temblorosos su cartera, los empresarios que le adulan para ver si no mete mano en lo suyo... todos tienen ya una cabeza de caballo entre sus sábanas de seda. Con la ejecución de Pallete les debería haber quedado claro que cuando el dinero no es de nadie, porque en realidad es solo de Papá Estado, él decide el tamaño y la porcelana donde se sirve el cuenco de arroz.
Sánchez, con su poder absoluto, no persigue un país mejor sino más dócil, dependiente y servil, rentable en primer término para él. El perfil de los ceos está claro: Conde-Pumpido, Escrivá, García Ortiz... o, ahora, Murtra.
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