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lente de aumento

La ejecución pública de Rodolfo Sancho

Yo sólo veo a un padre desesperado dando vueltas a la pregunta que le abre en canal: ¿qué has hecho Dani, cómo has podido?

Gangrena sanchista

Puente, apóstol del fango, me bloquea

Agustín Pery

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Hemos seguido su caso con la glotonería morbosa de ese empacho de ingredientes que lo hacen tan apetecible: padre actor famoso, abuelo epítome del macho hispánico, nieto devenido en 'toy boy' de cirujano afamado y un crimen macabro que ha acabado con el niñato ... en una mugrienta cárcel tailandesa por descuartizar a su novio con las habilidades de chef aprendidas en sus estudios culinarios. Hemos disfrutado del juicio paralelo en los platós, donde han desgranado su pirotecnia legal los abogados del reo, picapleitos con más recorrido televisivo que penal, que apenas disimulaban su avidez por aprovechar el tirón mediático con el que, unos, recuperen glorias pasadas de 'vedette' de juzgado y, otros, alcancen el puesto para el que no te preparan en la facultad: abogado-asesor de televisión. Los medios también nos hemos volcado porque, qué carajo, no podemos desaprovechar esta orgía de 'clickbaits' que supera cualquier bombardeo en Kiev o incursión en Gaza. Porque eso es lo que nos distingue: lo relevante se arrumba ante lo interesante, siempre por encima de lo importante. Nada puede con una historia de famoseo, crimen con tintes gays y un cadáver desmembrado. No nos contentamos con una condena penal. La horca, la silla eléctrica o la inyección letal hubieran sido el punto necesario para que este drama alcanzara el éxtasis esperado.

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