lente de aumento
Broncano, dinero y sexo
Celebramos a un presentador que no vocaliza, no se prepara las entrevistas y que su máximo interés son las masturbaciones y el parné
Sánchez, lástima de Pimpinela
La ejecución pública de Rodolfo Sancho
No sigo las cosas de Broncano. Tampoco las de Motos. Mi conocimiento del primero vino por mis hijos y del segundo porque me picó la curiosidad tras conocer que compartió inicios con mi carnal Ramón Palomar, un tipo excepcional por generoso, brillante e irrepetible.
Andan los dos en duelo por el 'share', Broncano dopado por La Moncloa, reniegue o no, y Motos azuzado por años de dominio huérfano de rivales. Mi juicio se basa en los cortes que de uno y otro me llegan por las redes, y el capricho de un algoritmo que lo mismo me ofrece recetas de pasta italiana como me dictamina cuál es la mejor forma de asar un costillar en la parrilla. Con estos condicionantes previos me posaré en un detalle que, creo, dice mucho más de los espectadores de 'La revuelta', antes conocida como 'La resistencia', que de su director de orquesta.
El hallazgo, digámoslo así, de Broncano no es pedir a sus invitados en promoción que le relaten anécdotas del rodaje o confidencias de vestuario. Compararle a él o a Motos con genios talentosos como Jimmy Fallon sería como ponerme a mí a correr los cien metros con Usain Bolt. El hallazgo, sigo, de Broncano no está ni en su estilo entre pillo faltón y alumno despistado. Nada de eso. Estriba en dos preguntas que parecen ser sumamente importantes para los espectadores y, visto su millonario fichaje por la televisión más púbica que publica, merecen el 'placet' monclovita pese a ser clasistas, machirulas, y que si la estrella televisiva no contara con la bula presidencial acabaría linchado por esa misma progresía que persigue farys hasta debajo de las piedras. «Dinero en el banco y sexo, en todas sus variantes, en el último mes».
Eso que pregunta Broncano a sus invitados mientras juguetea con las cartulinas de un guión que queda claro que no se ha leído dice más de nosotros que de él. Celebramos un presentador que no vocaliza, que no se prepara las entrevistas, al que en más de una ocasión se le ve sin nada que preguntar, y que se aferra al número de masturbaciones y a la billetera como comodín para sus frecuentes pájaras de alumno que apenas ha repasado la lección.
Así todo depende del genio ajeno. Del inabarcable, por ejemplo, de Candela Peña, reina absoluta de mis cortes en Instagram. ¿Qué consigue entonces el Gobierno con su pulsión por poner de su lado a la 'troupe' de 'La revuelta'? Nada, un solazarse en los instintos más primarios: la billetera y los genitales. Otra cosa, no sé, la situación de la vivienda, la cura del cáncer, el poder del celuloide para dictaminar pautas sociales, la falta de oportunidades para los jóvenes, nada tiene sitio ante una tocada de huevos y un palparse la faltriquera. Quizá sea cierto que tenemos, y vemos, la televisión que nos merecemos. No hacen falta quince minutos más de telediario.
Desolador.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete