lente de aumento
Bájate del toro, bobo
En Gaza, junto a su casa derruida y pendiente de los deseos de su piadoso, y tirano, barbudo esposo, la pequeña Fátima piensa que os den a todos
Zapatero, ojalá sea por dinero
Mil formas de asfixiar a un medio rebelde
Carretera de Burgos, a la altura de La Cabrera, me topo con un toro de Osborne vandalizado. El sol ha desteñido el lomo del animal pero se puede leer nítido el mensaje del 'artista', así, con irónicas comillas. Hombre (o mujer), si te has tomado ... la molestia de acercarte con tus 'sprays', en medio de la solana, encaramarte hasta casi las astas, pendiente de no escalabrarte, para pintarle la bandera palestina igual se te podía pedir algo más que resolverlo con un «Palestina libre».
Porque, veamos, ¿libre de qué?, ¿de judíos, de bombardeos indiscriminados, de cercos del Ejército israelí, de soldados con kipá recorriendo los túneles convertidos en madrigueras de terroristas y zulos infectos para sus rehenes, los que a estas alturas de martirio conserven la vida o una mínima razón? Vale, pelín reduccionista pero aplaudible, porque en Gaza, regada de odios y fanatismos, vivir es una quimera y sobrevivir un desafío diario. Supongo que los químicos del 'spray' no te han dado para ir más allá antes de mancillar los toros que convirtió en maravillosa obsesión el gran Larry Mangino. Cámara al cuello, no dejó ninguno sin inmortalizar y hoy quedan pocos sin mancillar.
Sigamos, Palestina libre, se me ocurre, del tutelaje de sátrapas que se bañan en oro negro, de ayatolás que pisotean derechos en nombre de Alá y dictan fatuas que luego mentecatos mononeuronales intentan ejecutar con más o menos maña; una tierra libre de imanes que prometen un harén de huríes a adolescentes con acné cuyo sueño era algo tan natural y primario como ciscarse a una estrella del pop y no hacerse picadillo pulsando un cinturón-bomba en un puesto fronterizo de Rafá; o niñas palestinas libres de los vergazos de un patán coránico y colérico que ve en ellas esclavas y no esposas; no sé, hasta una tierra libre de vecinos con un mismo dios pero con múltiples intereses y un solo objetivo: la destrucción de la única democracia en esta tierra sedienta, homologable a cualquiera occidental.
Palestina libre lo será cuando deje de ser un sumidero de odios, el teatro de operaciones de fanáticos varios, el farallón de ese sindiós en que la ha convertido una patulea de ventajistas sanguinarios, que agitan el árbol para recoger las nueces mientras comen dátiles en sus mansiones bien acondicionadas. No, ningún niño palestino merece morir por un obús israelí. Tampoco bajo la bota de un 'frentehundida sirio', iraní o catarí.
En Gaza, junto a su casa derruida, igual la pequeña Fátima piensa que os den a todos. Ella irá a buscar agua, un paquete de arroz, bien cubierta, un paso detrás de su marido, no vaya a ser que no la mate un subfusil israelí, sino el latigazo de un piadoso barbudo al que no le guste lo que la cría-esposa le ha traído hoy.
Si no vas a completar la frase, bájate de la escalera, anda.
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